Quien puso a Ome Tochtli Méndez Ramírez como rector de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz no sabía que con esta designación estaba condenando a la UPAV a un desastre anunciado. Los que conocen a Ome Tochtli saben que siempre fue un “don nadie”, un asesor solidario que llegó a la UPAV porque sus horizontes académicos se toparon con requisitos que no podría llegar. No aspiraba a nada más que recibir un sueldo que le permitiera sobrevivir; cierto, en él no había aspiraciones, sólo suspiros. Con la llegada de la Cuarta Transformación alguien lo puso en la rectoría de una universidad que en ese entonces tenía 43 mil alumnos inscritos; en su mejor momento, con Guillermo Zúñiga Martínez, la UPAV llegó a tener más de 60 mil alumnos.
Hoy la UPAV no es ni la sombra de lo que fue; perdió fuerza, presencia, calidad y eficiencia. Según la Asociación de Académicos, Administrativos y Docentes (AAADUPAV) la universidad fundada por el profesor Guillermo Zúñiga ha perdido hasta el 70 por ciento de su matrícula. Según la AAADUPAV «la institución apenas cuenta con 16 mil 436 estudiantes y de estos, 65 por ciento corresponden a bachillerato y 35 por ciento a licenciatura y posgrado. Es decir, la Universidad cuenta con cerca de 10 mil 600 alumnos en preparatoria y menos de 6 mil inscritos en educación superior».
Pero como dice el dicho, «no tiene la culpa el indio, sino el que lo hizo compadre». No se puede responsabilizar a Ome Tochtli Méndez Ramírez del desastre ocurrido en la UPAV, él ni siquiera es consciente de eso. Habría que buscar al que lo “hizo compadre”, al que lo puso en la rectoría a pesar de las advertencias que le hicieron sobre su calidad de inútil.
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