El ataque al escritor británico de origen indio Salman Rushdie, debería ponernos a pensar en las consecuencias de la intolerancia; las consecuencias de poner precio a la cabeza de los críticos. Todos pensábamos que Salman Rushdie la había librado, el ayatolá Jomeini murió en 1989 y se esperaba que con él muriera la fatua que lanzó en contra de Rushdie por haber escrito la novela Los versos satánicos. 2.8 millones de dólares ofreció Jomeini por quien diera muerte al escritor; años después un grupo radical aumentó la cantidad a 3.3 millones de dólares.
No se sabe si el agresor de Salman Rushdie haya agredido al escritor por los 3 millones, no se sabe todavía cuáles fueron sus razones, aunque no debe quedar duda que la intolerancia de estos grupos radicales es lo que está atrás de este tipo de acciones. Los reportes de salud señalan que Salman está muy grave. Andrew Wylie, agente literario de Rushdie, declaró que «las noticias no son buenas». Wylie dijo: «Salman probablemente perderá un ojo; los nervios de su brazo fueron cortados; y su hígado fue apuñalado y dañado».
Cuidado con esos líderes sectarios que se la pasan denostando a sus críticos, asegurando que ellos siempre tienen la razón, que ellos tienen otros datos; cuidado con esos líderes que señalan y ponen nombre a sus supuestos enemigos, enemigos de su movimiento, de su cambio y por lo tanto del pueblo. Cuidado, porque no faltará por ahí un fanático que quiera regar sangre para complacer a su líder. Lo bueno que en México esas cosas no pasan; ¿o sí?
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