El ogro dormido ha despertado, solo bastó la respuesta de una mujer del pueblo quien le dijo, en su propia cara, que no era digno de su confianza, para que lastimara su enorme ego y respondiera como un tirano diciendo que tampoco confiaba en ella. Adán Augusto López Hernández, flamante secretario de Gobernación, al igual que su paisano, maneja un discurso franciscano, sin embargo, soterradamente también ha sido seducido por las delicias del “pinche poder”. Sabedor de que este es su último tren por la edad que tiene, le urge ponerse en el ánimo de su pariente a como dé lugar.
El exgobernador tabasqueño sabe que tiene a su alcance una multitud de incondicionales por el cargo que ostenta y que cuenta con la aprobación de su paisano querido. Sin embargo, al igual que el famoso guerrero mitológico Aquiles, también tiene un punto débil y ese punto es que le cuesta trabajo tratar bien a la gente del pueblo.
Se le nota su desgano y desidia cuando se le acercan y es que, al número dos del país, le gustan los mítines, prefiere las masas que las individualidades, ahí es donde puede resbalar, no cuenta con la sensibilidad y capacidad para escuchar las demandas del pueblo. Y eso no es cualquier cosa, sabe que, sin los votos y aprobación del respetable, sus sueños tropicales de relevar a su paisano querido, sólo serán eso, sueños tropicales de sucesión. Por eso anda de malas, por eso no confía en la gente del pueblo.
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