La verdad señor presidente es que el AIFA se usa cada vez menos. Y es que un aeropuerto se rige por la demanda de los usuarios, quienes, de acuerdo a las condiciones de comodidad, precio y distancia, deciden despegar o aterrizar en el aeropuerto que mejor les convenga. De acuerdo con reportes financieros, operar el AIFA le cuesta al estado cada mes unos 23 millones pesos.
Los ingresos que genera este aeropuerto no rebasan los 500 mil pesos; está claro que su rentabilidad está muy lejos de lo que el gobierno de López Obrador desea. Sin embrago, como dijo el presidente, «ya lo tenemos ahí», ahí está generando pérdidas, olvidado incluso por el mismo gobierno federal que lo calificó como una obra emblemática de la Cuarta Transformación.