Sólo para que tenga una idea. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México lleva a cabo mil 100 operaciones diarias de aterrizaje y despegue. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, durante el mes de julio, seis meses después de inaugurado, sólo tuvo 349 operaciones en un mes, 11 menos que el mes anterior. Es decir, las operaciones en el AIFA van a la baja. Optimista el presidente todavía comentaba en su mañanera: «Ayer comentaba yo que los adversarios, que se enojan mucho, dicen: ‘Bueno, el aeropuerto no se usa’, sí, pero ya lo tenemos ahí, ya está construido. Y sí se usa y cada vez se va a usar más».
La verdad señor presidente es que el AIFA se usa cada vez menos. Y es que un aeropuerto se rige por la demanda de los usuarios, quienes, de acuerdo a las condiciones de comodidad, precio y distancia, deciden despegar o aterrizar en el aeropuerto que mejor les convenga. De acuerdo con reportes financieros, operar el AIFA le cuesta al estado cada mes unos 23 millones pesos.
Los ingresos que genera este aeropuerto no rebasan los 500 mil pesos; está claro que su rentabilidad está muy lejos de lo que el gobierno de López Obrador desea. Sin embrago, como dijo el presidente, «ya lo tenemos ahí», ahí está generando pérdidas, olvidado incluso por el mismo gobierno federal que lo calificó como una obra emblemática de la Cuarta Transformación.
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