Cuando se creó la Guardia Nacional (GN), el presidente dijo que ésta sería la herramienta con la cual se reducirá la violencia en el país. Esa fue su principal promesa sexenal de la seguridad. A dos años de que concluya el gobierno de la 4T y a tres de la creación de la Guardia Nacional, la violencia predomina en la mayoría de los estados del país. El gobierno del presidente López Obrador no quiere aceptar que México pasa por la peor crisis de violencia, de impunidad y corrupción de las últimas décadas; parte de esta crisis se debe al innegable debilitamiento institucional.
El desgaste de las fuerzas armadas es evidente, nunca antes se había vejado tanto a las fuerzas del orden, llámese Ejército Mexicano o Guardia Nacional. Nadie duda ni por un momento que sólo las Fuerzas Armadas están en condiciones de enfrentarse al crimen organizado con alguna posibilidad de éxito. Pero no resulta fácil asumir los enormes riesgos que ello supone cuando el comandante supremo de las Fuerzas Armadas pide que, en lugar de meterlos en cintura, les den abrazos simbólicos.
Es más, en un desaguisado con la curia católica, el presidente señala que no piensa cambiar de estrategia de seguridad. Así que los miembros del Ejército, Marina y Guardia Nacional sería bueno que se vayan acostumbrando a los jaloneos que les dan los familiares y simpatizantes de grupos criminales. Total, así lo quiere su jefe máximo.
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