«Si grazna como un pato, camina como un pato y se comporta como un pato, entonces, ¡seguramente es un pato!» Si el presidente López Obrador dice que no cambiará de estrategia para acabar con la terrible ola de violencia e inseguridad que azota a los mexicanos, es que seguramente no tiene una estrategia. Al menos, eso es lo que parece por las desatinadas respuestas que ha dado a los jerarcas de la Iglesia católica, además tal pareciera que las 120 mil vidas que ha cobrado la violencia desde que inició su gobierno, sólo son números en un papel para el Ejecutivo federal.
Y es que no resulta congruente y lógico que, si se tiene al Ejército mexicano, la Marina y a la Guardia Nacional a su disposición, éstos se vean rebasados por grupos criminales y, en muchas ocasiones, vejados y humillados. Por esa razón muchos no entienden porque el presidente, siendo el comandante supremo de las fuerzas armadas no da un viraje o golpe de timón y traza una verdadera estrategia de seguridad.
Una estrategia que incluya el congelamiento de las cuentas de los grupos delincuenciales, una investigación geográfica de alto espionaje que permita localizar laboratorios y casas de seguridad, y lo que es vital, fiscalías verdaderamente preparadas para que los malandros no salgan con argucias legaloides usadas por abogados bien pagados. Sin embargo, eso no cruza por la mente del amo y señor de la 4T.
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