Y es que no resulta congruente y lógico que, si se tiene al Ejército mexicano, la Marina y a la Guardia Nacional a su disposición, éstos se vean rebasados por grupos criminales y, en muchas ocasiones, vejados y humillados. Por esa razón muchos no entienden porque el presidente, siendo el comandante supremo de las fuerzas armadas no da un viraje o golpe de timón y traza una verdadera estrategia de seguridad.
Una estrategia que incluya el congelamiento de las cuentas de los grupos delincuenciales, una investigación geográfica de alto espionaje que permita localizar laboratorios y casas de seguridad, y lo que es vital, fiscalías verdaderamente preparadas para que los malandros no salgan con argucias legaloides usadas por abogados bien pagados. Sin embargo, eso no cruza por la mente del amo y señor de la 4T.