Todavía resuenan en nuestros oídos las palabras del presidente de México: «Sí, ya estoy pensando en darle otra vuelta a la tuerca porque hace falta darle más al pueblo y a ver si es posible pasar de la austeridad republicana a una fase superior que podría llamarse pobreza franciscana para todos, todos. O sea, que se acaben por completo los lujos: no puede haber gobierno rico con pueblo pobre». En el fondo, como ya lo señalamos, el presidente pretende quitar recursos a los estados y a las dependencias públicas para dárselas a sus pobres por medio de los programas sociales.
Ana María Olabuenaga, columnista de Milenio anota en uno de sus artículos: «Pocos países como el nuestro. Lleno de políticos cuya vocación por la pobreza va más allá de lo espiritual o religioso y llega a lo ideológico. Un país que no quiere ser rico, anhela ser pobre. Empeñado en que no todos tengan más, sino menos. El reino de los pobres, con su rey de los pobres y su pueblo de pobres. Como si la pobreza fuera más buena que el pan; nuestra razón de vivir, el porqué de elegir un gobierno y la mismísima razón de gobernar».
Por supuesto, cuando López Obrador se refiere a la pobreza franciscana no está pensando en sus hijos. En redes sociales se lo recuerdan constantemente, y por ello han dicho que, si se va a imponer esa estrategia, pues todos queremos la pobreza franciscana de #JoseRamonLopezBeltran, con casa en Houston, esposa rica y trabajo fantasma con uno de los amigos de su padre el presidente.
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