No puede ser tan simple como pedir la renuncia de Roberto Ramos Alor y dejar que el señor se regrese a Coatzacoalcos a administrar el congal del que salió. Lo que Roberto Ramos Alor hizo o dejó que ocurriera como secretario de Salud es un crimen. Mientras miles de niños sufrían por el cáncer, mientras decenas de niños morían por el cáncer, Ramos Alor tenía las bodegas llenas del medicamento que pudo aliviar su dolor, que pudo evitar decenas de muertes. La negligencia del secretario de Salud es un crimen de lesa humanidad.
De acuerdo con la definición de Wikipedia, los crímenes de lesa humanidad son «aquellos delitos especialmente atroces y de carácter inhumano, que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, cometidos para aplicar las políticas de un Estado o una organización». Por supuesto, Ramos Alor no actuó solo. Él sólo era el pelele de un grupo comandado por Eleazar Guerrero, quien sigue haciendo negocios en el Sector Salud.
Si el gobernador lanza el grito al cielo por la muerte de un manatí, ¿qué es lo que va a hacer en este caso que se dejó sufrir y morir a tantos niños con cáncer? Ramos Alor y sus secuaces deben terminar en la cárcel; en un estado donde imperé la justicia eso debería pasar. Pero en el gobierno de la Cuarta Transformación, eso no pasará.
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