El jefe del ejecutivo federal podrá engañar a miles de sus seguidores, podrá seguir comprando voluntades con cantidades millonarias distribuidas por sus súper delegados, sin embargo, a la historia, jamás la podrá comprar ni engañar. Su ego desbordado y su rencor son las principales palancas que acciona, cuando se trata de tomar decisiones importantes.
No obstante, levanta suspicacias su tibieza contra el narco y contra cabezas de grupo, que en el pasado robaron, y que hoy lo siguen haciendo con su complacencia. Ojala y que el juicio de la historia, sea cual sea, deje un precedente, para que, a quien le toque llevar las riendas de este país, sepa que tarde o temprano, tendrá que entregar cuentas por sus actos.