Se acuerda usted de la joya que nos regalara la magistrada Yolanda Cecilia Castañeda, cuando acuñó en letras de oro la frase «ya cualquier pendejo puede ser magistrado», refiriéndose a que estaban entrando personas sin la experiencia ni las capacidades suficientes para un cargo tan importante en el poder Judicial. Pues ahora resulta que ya cualquier hijo de vecino quiere ser el presidente de México. Sobre todo, que el mismo presidente ha abonado el terreno y alentado a los diversos actores políticos para que externen sus deseos de venir a ocupar las chanclas que dejara vacantes.
Desde luego que no crea que los hacen por motivos altruistas, más bien son motivados por el interés económico, personal y, además, por la crisis de liderazgos con suficiente agarre. Y es que la adelantada sucesión presidencial se asemeja mucho a las candidaturas chunchaqueras que ofrece el carnaval de Veracruz. Al menos, por la calidad de los candidatos morenistas así pareciera.
Para muestra basta un botón, ahí están Antonio Pérez y Patricia Armendáriz. El papá de Checo Pérez dijo que recibió una señal, casi como la de la Rosa de Guadalupe, que le decía que tenía que ser presidente. Y en el caso de Patricia Armendáriz consideró que los empresarios de la 4T harían un excelente papel. Cómo ve usted, no cabe duda que estos candidatos son pura chunga y bullanga.
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