Y es que, tal parece que al Ejecutivo federal le cuesta reconocer la línea entre un funcionario público dependiente del Gobierno Federal y de un periodista que depende de la iniciativa privada. Él puede y es su deber conocer los resultados del trabajo de sus subalternos, debe saber cuánto ganan y velar para que se conduzcan en la sana medianía.
De modo que el dislate que cometió al exigir conocer el sueldo de un periodista fue obvio, y por lo mismo, fue exhibido por el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), dejándolo como un presidente que no conoce la ley. Ojalá y que el Ejecutivo federal haya aprendido esta lección y se dé cuenta que ya no estamos en los tiempos autoritarios de la cultura mexica.