El presidente y su equipo de Comunicación tuvieron dos días para elaborar una respuesta al escándalo, incluso, dice Aguirre, hasta pensaron en hablar con Peña Nieto, quien pasó por una situación similar, (la Casa Blanca de su esposa), pero al final no quisieron hacerlo. Lo que sí es creíble es que el presidente anda bien encabronado, pues ni lo de Pío le había dolido tanto.
Anota el periodista: «Los días de furia vividos hace algunos meses son cosa menor con el ambiente que hoy reina en la mente de AMLO, y en los pasillos de Palacio Nacional. Los golpes asestados con Pío, Felipa, Delfina Gómez y otros fueron duros de digerir, pero el de su hijo, José Ramón, lo tiene auténticamente desencajado, desubicado, colérico, y es incapaz de ocultarlo».