A ver, ya sabemos que la Presidencia no acostumbra decir la verdad respecto a la salud del presidente de México, lo cual debería ser primordial, pues es un asunto de seguridad nacional. La tarde del viernes se supo que el presidente Andrés Manuel López Obrador había entrado a un hospital militar para un chequeo de rutina. Un chequeo de rutina a un mexicano de a pie se lo hacen en una Farmacia del Ahorro o en una del Dr. Simi. Le miden a uno la presión, le toman el pulso, el ladito del corazón, nos hacen unas preguntas, nos pesan, revisan nuestra garganta, el oído y los ojos. Después nos enteramos que el presidente de México había estado en el quirófano donde le practicaron un cateterismo cardiaco.
¿Usted ha ido a una Farmacia del Ahorro a que le hagan un cateterismo cardiaco como un chequeo de rutina? Ya nos enteramos de lo que es un cateterismo cardiaco, y no es como revisar un oído o la garganta. Le introducen a uno «un tubo fino y flexible a través de un vaso sanguíneo hasta el corazón para diagnosticar o tratar determinadas afecciones cardíacas, como la obstrucción de las arterias o los latidos irregulares».
Por supuesto, existe el riesgo de que el paciente sufra una crisis y quede ahí, en el quirófano. Los riesgos no son pocos, puede haber sangrado, coágulos sanguíneos, daño a la arteria, el corazón o el área donde se insertó el catéter y hasta un ataque cardíaco. Por cierto, si hubiera sido una revisión de rutina como soltaron desde la presidencia, entonces no estarían haciendo tanta alharaca porque el presidente salió ileso del quirófano. Hasta la señora Gutiérrez Müller lo publicó en sus redes: «Sano y salvo. Gracias a todos por sus muestras de cariño, apoyo y buenos deseos. ¡Seguimos!». ¿Pues qué estuvo en grave peligro?
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