En política, cuando alguien desea tomar la revancha contra alguien, suele esperar a estar tranquilo para reflexionar mejor cómo va a hacerlo para que cause más daño. Seguramente por eso se dice que la «la venganza es un plato que se sirve frío». Eso lo sabe muy bien el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no olvida el agravio de su derrota en la elección presidencial de 2006, cuando la autoridad electoral, en contubernio con el Gobierno Federal, le robó la elección. Resulta que en estos últimos días, el gobierno del presidente López Obrador ha tenido una enfrentamiento contra el INE, que preside Lorenzo Córdova, por haberse atrevido a posponer, por falta de recursos, el proceso para la consulta de revocación de mandato del presidente.
Desde su conferencia mañanera, enfocó sus misiles y se les fue a la yugular a los árbitros electorales, acusándolos de hacer chicanadas y argumentando que la Suprema Corte ya determinó que ese ejercicio debe hacerse, cuando todo mundo sabe que la decisión final sobre el asunto aún no se ha tomado.
Lo que debe quedar en claro es que el INE no se niega a organizar la consulta, lo que hizo fue postergar algunas etapas —la recolección de firmas no se frena—, pues no tiene dinero para costearlas por culpa de un recorte presupuestal decidido por el presidente y ratificado por el Legislativo, desde luego dominado por Morena. Pero eso pasa desapercibido para el presidente.
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