Juan Collado, quien ya tiene años preso, argumentó a las autoridades presidiarias que la llegada de Lozoya alteraría el ambiente cordial de esa zona, sobre todo porque el mismo Collado está preso y se negó a obtener beneficios por parte de la FGR en caso de que se decidiera a denunciar a Peña Nieto o a otros funcionarios del sexenio pasado.
Fue por ello que Emilio Lozoya tendrá que buscarse algún palomar en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, uno donde acepten soplones, donde acepten sapos. ¡Qué días aquellos del restaurante Hunan, donde comía pato pequinés con la novia y los amigos! El testigo estrella de la 4T ahora vive las consecuencias por los saqueos que operó, en los que involucró a la hermana y a la madre.