Circo y programas sociales para soslayar conflictos

Circo
El circo de Veracruz, la degradación de la política FOTO: WEB
- en Opinión
*Cuitláhuac bailotea y Eric se disfraza de calaca Gorda
*Degradación total de la política como citaba Juvenal

Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / LA SEMANA pasada, la política en Veracruz –que debería ser seria- fue equiparada a la vieja costumbre de los emperadores romanos que acostumbraban regalar trigo o pan en las entradas del legendario Circo Romano, en aras de distraer la atención del pueblo de los cruciales problemas sociales o conflictos políticos que azuzaban en su momento. “Panem et circenses” (literalmente “Pan y espectáculos de circo”), frase que se origina en Roma 100 AC, y se atribuye al poeta Juvenal, y en su contexto se refiere al pueblo romano que había olvidado su derecho de nacimiento a involucrarse en la política a cambio de mendrugos, por lo que Juvenal muestra su desprecio por la decadencia de sus contemporáneos romanos. Y es que los políticos romanos, como los actuales integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional, diseñaron un plan en 140 AC para ganarse el voto de la plebe basado en el clientelismo: al regalar comida barata (aquí son programas sociales baratos) y entretenimiento (mucho circo) se lograba una alienación del pueblo que lo despojaba de su espíritu crítico, mientras a la vez se sentía satisfecho por esa falsa generosidad de los gobernantes. Esta estrategia demostró ser una forma muy efectiva de acceder al poder. “… desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”, según escribe Juvenal en su Sátiras X, 77-81, haciendo referencia a la práctica romana de proveer trigo gratis a los ciudadanos romanos, así como costosas representaciones circenses y otras formas de entretenimiento como medio para ganar poder político a través del populismo. Julio César (con quien AMLO busca compararse) mandaba distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato a los más pobres, unos 200 mil beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a 300 mil personas dos panes gratuitos por día, y ahora, mientras el Presidente Andrés Manuel López Obrador regala dinero que no es suyo, vía programas sociales y becas, mientras el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez divierte a su pueblo bailando el Tilingo Lingo; la Fiscal se lanza a los sones jarochos luciéndolo como pocas, aunque las carpetas de investigación descansen el sueño de los justos; el secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos se disfraza de calavera gorda y el de seguridad lanza apuestas al recién relecto diputade Juan Javier Gómez Cazarín en el futbol (y decimos diputade no porque nos conste algún gusto exótico del legislador sino porque con argucias arrebató la posición a una mujer a la que le correspondía por paridad o equidad de género ser diputada).

NO ES secreto que la política es el arte de gobernar para todos, de atender, incluso, los problemas más graves que afectan a la comunidad, entre otros la seguridad, la impartición de justicia, la promoción para el empleo, otorgar seguridad social, salud y generar las fuentes ocupaciones necesarias para que los jóvenes tenga espacio de participación y producción; es garantizar la educación de calidad, promover al Estado o País en otros ámbitos para lograr un intercambio comercial justo y enriquecedor. Sin duda, gobernar es una tarea compleja, pero necesaria y muy importante para la sociedad, ya que las personas somos seres sociales: crecemos, nos formamos y alcanzamos nuestra realización personal en comunidad, y la actividad política reconoce esa naturaleza social y busca ayudarnos a vivir, relacionarnos con los otros, entender y respetar las diferentes formas de pensar, sentir y lograr la satisfacción de necesidades que tenemos. Y aunque muchas veces, la política aparece como una actividad conflictiva, llena de peleas, disputas de poder, corrupción, mal manejo de fondos y otras actuaciones negativas, esto no debe ser así, porque el fin de la política es el bien común y esto significa pensar en el otro y actuar en beneficio de la comunidad. Además, la política se sustenta en valores como la libertad, la igualdad, la no discriminación, el sentido de justicia y la solidaridad. Estos valores son los que convierten a la política en una actividad ética que nos permite crecer como seres humanos.

LO QUE, definitivamente no debe ser la política es simulación, esto es, seguir dando al pueblo pan y circo como sigue ocurriendo para hacerlo cómplices de los yerros en materia de seguridad, desempleo y estancamiento económico, con sus variantes como la escases de medicamentos para menores con cáncer, mientras un alegre gobernador bailotea al ritmo del tilingo lingo –que es lo único que sabe hacer bien-, y sus colaboradores lo imitan o inventan una serie de frivolidades para distraer la atención social de los grandes problemas que aquejan a la sociedad, y que se traducen en muertes violentas diarias, pago obligado del derecho de piso, tráfico de migrantes, secuestros, feminicidios y un sinfín de acontecimientos que tienen a los veracruzanos con el Jesús en la boca, aunque el asunto no solo es de Veracruz, sino que aquí se replica lo que ocurre en el ámbito nacional.

CUENTA EL poeta Javier Sicilia que durante los procesos electorales que llevaron a AMLO a la Presidencia de la República, Jacobo Dayán y él se sentaron con López Obrador en las oficinas de Alfonso Romo. El tema de la reunión era hablar del estado de violencia e impunidad que sufre la nación y proponerle que, de ganar la Presidencia, creara una política de Estado basada en la justicia transicional, que estaba ya en el espíritu de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), que el gobierno de Peña Nieto, quien la creó, había abandonado. Se trataba, frente a la inoperancia y los vínculos del Estado con el crimen organizado, de crear, con apoyo internacional un mecanismo extraordinario de verdad y otro de justicia, para esclarecer los crímenes desde la Guerra Sucia hasta nuestros días con el fin de transitar de un Estado capturado por el crimen a uno de derechos. AMLO respondió: “Sé cómo abordar los temas urgentes del País, pero de esto no sé nada. Ayúdenme” (ahora ya lo sabe todo). “Por supuesto –respondimos–. Si llegas a ganar, con el consenso de las víctimas ponemos a tu disposición un buen grupo de expertos en la materia para crearla”.

AÑOS DESPUES, ahora, para ser concretos, cuando “su errática política de verdad, justicia y paz, que se resume en un país militarizado y en un estúpido eslogan: ´Abrazos, no balazos´, lo único que ha generado es más horror y muerte”. Refiere que el pasado 6 de octubre, la SeGob creó la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos de 1965 a 1990. “Bajo ese pomposo nombre, que quiere pasar como justicia transicional, se oculta, sin embargo, la misma burda simulación, el mismo fingimiento que AMLO y la Segob no han dejado de manifestar desde que Dayán y yo nos sentamos con AMLO en las oficinas de Romo”, dice molesto Sicilia al recordar los casos de la familia LeBaron y los 350 mil asesinatos, las más de 90 mil desapariciones y 30 mil casos de tortura de 2006 a la fecha. Y vaya que tiene razón, pues ahora al pueblo se le dan programas sociales y mucho circo para que se distraiga y se olvide de los graves conflictos que afectan al País… OPINA [email protected]

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