Las niñas no deben venderse

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Las niñas no deben venderse FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Recuerdo a mi papá cuando regresaba de dar platicas de capacitación a parteras en comunidades muy pobres y marginadas cerca de Xalapa que nos decía, con profunda tristeza, en México es una tragedia ser pobre, indígena y mujer.

También recuerdo que mi papá platicaba una anécdota familiar con mucha risa, cuando, después de muchos años de estudios regresó a Xalapa para iniciar su práctica profesional como ginecólogo, lo hizo en un pequeño despacho que había en casa de su abuela, muy orgulloso le mostró su consultorio a la abuela, ella, una mujer maravillosa y genial, le preguntó, mi Che, así le decía, ¿si vas a cobrar lo mismo por un parto así sea niño o niña? Mi papá, extrañado, le respondió que si, por supuesto; que bueno, le contestó la abuela, porque a mi por tu tío Pepe me cobraron 10 pesos y por tu mamá 5 pesos.

Mis papás tuvieron 3 hijos varones, siempre quisieron una niña, pero en contraparte la vida les regaló la oportunidad de ser abuelos de dos niñas increíbles. Mi papá las disfrutó en cada momento que estaba con ellas, jugó con muñecas, construyó una increíble casita para jugar con ellas, las veía crecer muy emocionado, un día que veíamos a las niñas dormir, recordó la anécdota de su abuela y me dijo, que tontos que cobraban la mitad por el parto de una niña, ¿verdad?

Pero mis hijas fueron privilegiadas, siempre fueron amadas y consentidas por sus abuelos maternos y paternos, eran unas princesas que jugaban felices a ser niñas eternamente. Cada una diferente, su personalidad respetada y sus sueños cuidados como si de la joya más frágil se tratara.

Pero eso no es siempre así, existe un México profundo, uno en el que las niñas valen un cartón de cerveza y un borrego, se venden y son tratadas como criadas en la casa del esposo, viven solo violencia y agresiones. En muchas ocasiones las mismas autoridades locales las reprenden por no cumplir con sus deberes de esposa con castigos corporales, nadie en su pobreza las escucha y defiende.

Nadie las escucha, no existen, son las niñas vendidas en México, donde el Presidente dice que no debemos preocuparnos, no es la regla, es la excepción.

Lo que olvida es que la excepción hace la regla.

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