Sergio González Levet / El senador veracruzano Julen Rementería cometió, por falta de la información adecuada, un grave error de apreciación cuando convocó, como coordinador de su bancada, a una reunión con Santiago Abascal, el dirigente del partido Vox, de España, catalogado de ultraderecha y prácticamente de fascista.
No contento con eso, el representante jarocho cometió la barrabasada de hacer que algunos senadores blanquiazules firmaran un comunicado de los fachos españoles en contra de “la conjura mundial del comunismo”.
El grave dislate de Julen le costó una verdadera bañada en las redes y en muchos medios de comunicación, que reprobaron las incómodas amistades que se andaba buscando el pastor de los senadores panistas.
Vaya, hasta perdió la posibilidad de ser considerado como un precandidato para la gubernatura de Veracruz en 2024.
De ese tamaño es el costo de coquetear con los extremismos.
Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador cometió el error de invitar al Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, a participar como un invitado distinguido en las celebraciones de nuestra fiesta de Independencia.
¿ Que por qué un error? Porque muchos en el mundo consideran que, así como Abascal es de ultraderecha, el mandatario cubano representa a la ultraizquierda, desde su postura comunista ortodoxa, más cercana al estalinismo que al marxismo-leninismo.
Los cubanos del exterior, los norteamericanos, las democracias de derecha y hasta algunas corrientes de izquierda consideran que Díaz-Canel es el continuador de una dictadura férrea, instaurada por los hermanos Castro desde el primero de enero de 1959, y que sigue apoderada del gobierno a través de disposiciones que van en contra de los derechos humanos elementales.
La imposición de un partido de Estado, las prohibiciones en contra de la libertad de expresión, la represión y la cárcel impuestas a numerosos disidentes han sido las razones que enarbolan los norteamericanos para seguir con el inhumano bloqueo económico con el que quisieron postrar a Fidel Castro desde el triunfo de la Revolución Cubana.
Pero López Obrador dio un traspiés y se metió entre las patas de las discusiones ideológicas con sus obsequiosos elogios al Presidente de Cuba, en medio de nuestra celebración nacional.
Ese tipo de arranques fuera de lugar indica que nuestro Presidente no ha terminado de entender los principios que han prestigiado a la diplomacia mexicana en los últimos cien años.
La política exterior del Gobierno de México sufrió varios descalabros en las últimas semanas, pese a los esfuerzos del canciller Marcelo Ebrard para mantener la nave a flote.
Quiso el patriarca de la 4T jugar al líder mundial en un terreno que desconoce, como muchos otros.
Y la verdad es que así nomás no se puede…