Las balaceras en las grandes avenidas de Xalapa se hicieron comunes, los robos a plena luz del día por bandas que nunca fueron perseguidas por la policía; el narco estado en pleno, y al frente un gobernador que cultivaba el culto a su personalidad. ¡Larga vida a Fidel Herrera! Siempre lo hemos dicho, el exgobernador Fidel Herrera no debe de morir tan pronto; debe de seguir vivo para contemplar más tiempo su miseria. Debe darse cuenta todos los días de que unos cuantos años de gloria y excesos no son suficientes si lo que resta es una posteridad cargada de desprecio, de enfermedades y (esperemos) de remordimiento.
Que sea tal cual el periodista Armando Ortiz le escribiera a unos días de dejar el poder: «Sólo una cosa más señor Doctor, cierta noche, cuando esté solo en su habitación acérquese a un espejo, mírese fijamente a los ojos y pregúntese si está orgulloso del sujeto que ve; a lo mejor estará satisfecho, como el ave de rapiña después del banquete, pero orgulloso, le juro por esta Patria que todavía no logro entender, orgulloso nunca lo va a estar. Sólo espero que un sujeto como usted nunca nos vuelva a ocurrir en Veracruz». Y nos ocurrió.