Bernardo Gutiérrez Parra / Un individuo que este domingo quiso suicidarse arrojándose del puente peatonal ubicado frente a Plaza Américas, fue disuadido por policías de la Secretaría de Seguridad Pública de cometer semejante barbaridad y lo salvaron de arrojarse al vacío.
Pero minutos después lo llevaron al Cuartel de San José y aquí surge la duda. ¿Por qué llevarlo detenido si no cometió ningún delito? ¿Acaso no hubiera sido mejor trasladarlo a un hospital psiquiátrico o que sus familiares lo llevaran con un especialista?
Pues no. El hombre fue llevado a la cárcel donde minutos más tarde… se suicidó.
¿Y cómo se quitó la vida?
Pidió entrar al baño donde vio un “objeto punzocortante” y se degolló.
Ah bárbaro.
Y aquí surgen más preguntas: ¿qué hacía un objeto punzocortante en el baño? ¿Qué clase de objeto era porque hasta el momento es un secreto bien guardado? Forzosamente tuvo que ser un cuchillo, un pedazo de vidrio o de hoja de lata para rebanar la yugular. ¿Quién lo dejó ahí? ¿Tanto era su hartazgo por la vida que el individuo tuvo los arrestos de abrirse la garganta en canal?
Será el sereno pero esta es la tercera muerte que ocurre dentro de ese Cuartel en año y medio.
En mayo del año anterior un serigrafista de 33 años llamado Carlos Navarro Landa que aparentemente escandalizaba en la vía pública, fue detenido por elementos de la SSP. Un video lo muestra rodeado de policías, blandiendo un palo y gritando que lo querían secuestrar.
En un descuido que tuvo los policías se le abalanzaron, lo sometieron y se lo llevaron al Cuartel. Y uno pensaría que saldría al día siguiente después de pagar una multa por escandaloso. Pero no.
Veinticuatro horas después sus familiares fueron enterados que había sufrido un “ataque cardiaco” y falleció. Desde entonces han denunciado que Carlos fue salvajemente golpeado por los policías y esto ocasionó su muerte.
El otro hecho ocurrió en octubre cuando fue detenido Gustavo Ortiz Hernández, un comerciante de 35 años que fue confundido con un extorsionador. El modus operandi fue más o menos el mismo; los policías lo detuvieron, lo esposaron y lo llevaron al Cuartel de San José donde horas después fue reportado como fallecido a consecuencia de un ataque cardiaco. Pero su familia asegura que lo reventaron a golpes.
Suponiendo sin conceder que en ambos casos las muertes hubieran sido por paros cardiacos, ¿qué hay al interior de ese penal que infarta a los detenidos?
Sobre el suicidado el gobernador Cuitláhuac García en funciones de fiscal y psicólogo, dijo que el área de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública no encontró responsabilidad en los cuatro policías que custodiaron al suicida y que éste “estaba totalmente determinado a quitarse la vida”. Y tan tan. ¿Caso cerrado? Seguro que sí.
Pero no dijo nada sobre los presuntos infartados cuyas denuncias presentadas por sus familias ante la Fiscalía General del Estado por abuso de autoridad, golpes, asesinato con agravantes y lo que resulte, reciben el polvo del olvido.
García Jiménez dijo que deberá “perfeccionarse” el mecanismo de atención a casos como el del suicida y giró instrucciones para que se cuide más a las personas en custodia “aunque finjan estar bien”. Pero reitero, nada dijo de los presuntos infartados y sobre todo cómo van las investigaciones en torno a los policías que los tuvieron en custodia.
Salvo tu mejor opinión lector, pienso que sería bueno que las autoridades de la SSP contraten un psicólogo y un cardiólogo que estén permanentemente en ese penal, porque de lo contrario los suicidios y los paros cardiorrespiratorios se van a multiplicar.
Hablando en serio, urge que la señora Namiko Matzumoto, presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos investigue lo que pasa en ese Cuartel. Porque hasta los raterillos de poca monta tiemblan de pavor cuando saben que los van a llevar a San José.