A pesar de que Claudia Sheinbaum es la pupila de sus ojos, no oculta su decepción y enojo contra ella, por haber perdido su bastión y plataforma política. Para Andrés Manuel López Obrador la traición tiene nombre, la identifica plenamente con Ricardo Monreal, pastor de los senadores, es más, ni siquiera le contesta las llamadas, desde luego que el zacatecano ya ha acusado recibo y ha mandado a decir que será muy difícil que pasen las reformas del presidente por el senado.
Lo cierto es que con el descarrilamiento de Marcelo Ebrard y de Claudia Sheinbaum, la figura del zacatecano se fortalece, y eso lo sabe muy bien López Obrador, un hombre que no permite que su propia sombra lo rebase.