AMLO sabe que, en ese momento tan crucial, el presidente del Consejo General del IFE (hoy INE), Luis Carlos Ugalde Ramírez, se dejó tentar por las delicias del poder y avaló el triunfo de Felipe Calderón por una pírrica diferencia de sólo 0.7 por ciento. De ahí en adelante, el tabasqueño ha tenido sus reservas contra el árbitro electoral. Hoy que ya no es oposición, el INE de Lorenzo Córdova le estorba al presidente, AMLO no quiere al INE; éste no se ha prestado para que sus proyectos electorales fluyan con naturalidad.
El hecho de que el INE haya descalificado a los candidatos morenistas de Guerrero y Michoacán, por no entregar sus gastos de precampaña, le ha calado muy hondo y ha refrescado el rencor histórico que tiene contra el árbitro electoral. Por eso, no nos debe de extrañar que pronto proponga una reforma de raíz al INE, un árbitro que no se ha dejado doblegar a su poder omnímodo. Ya veremos a hora qué pasa con los miembros del Tribunal Federal Electoral, quienes tendrán la última palabra.