Pero no, la propuesta del presidente es una guía ética que propone 20 puntos a los cuáles todos sus seguidores deberían apegarse. 20 puntos que indiscutiblemente están bien y son dignos de seguir. Sin embargo, hay algunos puntos que, a estas alturas, dos años del gobierno, son incompatibles con las acciones y actitudes que los seguidores de la Cuarta Transformación han llevado a cabo. ¿Cómo puede hablar de amor y perdón un presidente lleno de rencor, que confiesa sus diferencias y califica con adjetivos inapropiados a quienes considera sus adversarios? ¿Dónde está el presidente de la República Amorosa cuando llama a los medios de comunicación prensa fifí, conservadores, chayoteros, maiceados, hampa del periodismo? ¿Es una expresión amorosa llamar a un medio que lo contradice “pasquín inmundo”? ¿Dónde está el amor cuando decide sacrificar a los pobres inundando sus poblaciones?
El perdón del presidente es sometimiento. Emilio Lozoya, por ejemplo, el emblema del perdón de la 4T, goza de ese privilegio a cambio de la traición; su “criterio de oportunidad” no es perdón, es complicidad. Si no tuviéramos pruebas de su incongruencia, le compraríamos a López Obrador su falso discurso.