La Mona Lisa

Lisa
La Mona Lisa FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / 

La historia es irrelevante si esta no explica lo que somos como seres humanos.

Hace unos días vi un documental que me entusiasmo mucho, la verdadera historia de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. La pintura sin duda es enigmática y llena de significados indescifrables: Una mujer con una sonrisa misteriosa y una mirada que nos reconoce con una complicidad llena de alegría por vernos. Sin duda una de las pinturas más importantes del arte universal de todos los tiempos.

Lo curioso del caso es que tan solo es el retrato de una mujer, la esposa de un rico comerciante de sedas florentino del siglo XVI. No se trata de una composición compleja y con cientos de figuras y alegorías de la naturaleza humana o sus más altos y bellos anhelos de libertad o esperanza. Tan solo es el retrato de una mujer.

Siempre me pareció un enigma que esta pintura, entre miles de obras de arte con mayor mérito y discurso, fuera la obra cumbre del arte mundial. No es un cuadro de grandes dimensiones ni una composición extraordinaria. Algo debía estar presente que no lo podemos ver pero que sin duda nos cautivaba a todos.

Se trata del retrato de la esposa de un rico comerciante de sedas florentino que le encargó el trabajo a Leonardo mientras este se encontraba en aquella ciudad. Los biógrafos de la época así lo consignaron y nadie reparó en claras contradicciones que la misma obra presentaba, por lo que durante siglos la pintura fue llamada la Gioconda o la Mona Lisa, ya que supuestamente se trata de Lisa Gherandini, esposa de Francesco Giocondo.

Fue hasta hace unos años que un estudioso de arte se cuestionó la sencilla vestimenta de la mujer, no era lógico que al tratarse de un rico comerciante de sedas la modelo no presumiera el oficio del esposo. Este cuestionamiento llevó al estudioso a revisar las declaraciones de impuestos del mercader y del mismo artista, las cuales no declaran ni el pago ni el cobro de este trabajo, lo que en ese tiempo ameritaba prisión por evasión de impuestos.

El investigador no quedó satisfecho y se puso a revisar los testamentos florentinos de la época, no encontró en el testamento del señor Giocondo la menor referencia al mencionado cuadro o algo en relación al gran Leonardo.

Todo parecía quedar ahí, el misterio no se podría resolver y se trataba de Lisa Gherandini la mujer retratada en la pintura. Pero la investigación tomó un curso extraño y llevó al Vaticano y a los Médici, poderosa familia del renacimiento. Al parecer un Papa, que era Medici, tenía un hermano bohemio y enamorado, que durante su estancia en Roma tuvo que ver con una mujer casada, como consecuencia de ese amorío, resultó un hijo. La mujer al saberse embarazada sabía que su vida estaba destruida, así que le pidió a la comadrona que dejara al niño en un convento.

La mujer murió en el parto, la comadrona llevó al niño a un convento con una pequeña medalla de oro que lo relacionaba con la poderosa familia. Con el tiempo el padre de la criatura supo de la existencia de su hijo y lo llevó con su familia, se trataba de un Médici después de todo.

En esos días Leonardo se encontraba en Roma trabajando para el vaticano, razón por la que el papá le pidió que pintara el retrato de la madre del niño. Leonardo accedió sin mayor resistencia, solo le preguntó si tenía alguna pintura o retrato de la mamá. El papá le dijo que no había nada, que él ya casi no recordaba la cara de la mujer y que después de todo, el niño no la había conocido, solo quería un retrato que fuera su mamá.

Leonardo ante singular pedido recordó un poco su mismo origen, él también era hijo fuera del matrimonio y su madre había muerto cuento era pequeño, casi no podía recordarla, era apenas una imagen ya muy lejana.

El artista pintó el cuadro y nunca lo entregó. Durante muchos años la mujer en ese retrato lo acompañó, fue parte importante de su vida. Se fue de Roma, regresó a Florencia y el destino lo llevó a Milán y por último a Francia, la misteriosa mujer siempre estuvo con él.

Al morir Leonardo, el cuadro quedó con el Rey de Francia, el que por cierto, siempre lo trató con consideración del gran artista que era.

Cuatro siglos después, los estudiosos se preguntan quién es la misteriosa mujer, por qué nos sonríe con esa suavidad y tiene esos ojos que nos observan con una ternura inexplicable que va más allá del amor de una mujer por su esposo.

La respuesta siempre estuvo ahí, solo que no la podíamos ver, era el retrato de una madre, de una madre que su hijo nunca conoció y ella siempre será capaz de reconocer.

Por eso siempre nos cautivó su sonrisa y mirada, por eso algo en esa pintura reconocíamos tan natural y personal. Sabíamos que era a nosotros mismos a los que nos estaba sonriendo y observando como una madre sonríe y observa a su hijo.

No se si la historia se pueda comprobar, pero los reto que observen nuevamente a la mujer en el retrato, obsérvenla con cuidado y verán que no es la esposa de un mercader de sedas florentino.

Verdad que vale la pena una segunda mirada.

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