Armando Ortiz / Nunca había estado al pendiente de las sesiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La verdad es que la sesión para determinar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes resultó apasionante. Sin embargo, sí me di cuenta de una cosa, espero no ser el único. Una palabra abundó en el discurso de varios ministros, la palabra orientar. Orientar en el sentido de inclinarse hacia un lado. La palabra resonó en mis oídos y me surgió una pregunta, a la vez que resolvió un dilema que traía atravesado desde hace mucho. Primero el dilema. Sé que las leyes no son perfectas y que en ocasiones su aplicación está determinada por la interpretación de quien las aplica. En la Suprema Corte de Justicia hay once ministros muy versados en las leyes; jueces que por su preparación y experiencia están por encima de las interpretaciones a las que nos atenemos los que no sabemos de leyes. Por ello, siempre esperé entre ellos cierto consenso, es decir, más coincidencias que diferencias; o al menos no esperaría uno de los ministros posturas tan diametralmente opuestas. Pero las hay. ¿Por qué? Por la orientación, no la interpretación que cada ministro le da a las leyes. Y aquí viene mi desilusión. Es la orientación del ministro la que determina su interpretación. En ese caso, ya orientado, el ministro interpreta, argumenta y decide a partir de esa orientación. Esto indica que antes de interpretar, antes de argumentar, antes de decidir el ministro ya estaba orientado hacia un fin. ¿Qué fin? Quedar bien con algo o con alguien. Ese algo, ese alguien, es lo que lo orienta. Ese algo debería ser la correcta aplicación de la ley; ese alguien debería ser cada uno de los ciudadanos de un país. Pero ese algo podría ser también un interés particular; y ese alguien podría ser el titular del Poder Ejecutivo.
La Suprema Corte de Justicia y sus galimatías. Reformulan la pregunta de López Obrador, lo incluyen a él y a todos los “actores políticos”
De acuerdo con un diccionario en línea, “un galimatías es un término usado para describir un lenguaje complicado y casi sin sentido, embrollado, lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas”. Por supuesto, el uso de este tipo de lenguaje en ocasiones tiene el propósito de crear confusión. La salida “gloriosa” de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es un tremendo galimatías. Resumida la pregunta planteada por López Obrador es la siguiente: “¿Está de acuerdo o no con que las autoridades competentes, con apego a las leyes y procedimientos aplicables, investiguen, y en su caso sancionen, la presunta comisión de delitos por parte de los expresidentes?”. La pregunta reformulada por la SCJN es: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminados a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”. De lo que no se darán cuenta los “chairos” es que la pregunta va desde un pasado ad infinitum, hasta las decisiones del presidente López Obrador en “años pasados”, por ejemplo, el manejo de la crisis del coronavirus. Además, “actores políticos”, como lo anota la SCJN incluiría a más que los mismos presidentes: Gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, etcétera.
Apuntes sobre justicia, ley y sentido común; no siempre al aplicar la ley se ejerce justicia
Hace poco se supo de un juez que dejó libres a unos secuestradores los cuales fueron detenidos en una casa de Jáltipan donde tenían secuestradas a sus víctimas. A pesar de las pruebas, a pesar de que las víctimas identificaron a sus captores, el juez dejó libres a los criminales por irregularidades en la captura. Poco después, dos de esos secuestradores fueron atrapados en otro lugar con otras víctimas de secuestro. La manera como ese juez aplicó la ley puso en riesgo la vida de otras personas. Afortunadamente los secuestradores fueron atrapados. Pero hay casos en que los jueces, por su interpretación de la ley, dejan libres a los delincuentes que salen y cometen robos, secuestros y asesinatos que pudieron haber sido evitados si a la interpretación de una ley se le añade el sentido común. Esos jueces pueden presumir que cumplieron con la ley, pero nunca podrán decir que ejercieron justicia. La ley iguala a las personas. La manera como se aplique una ley crea precedente para que en lo sucesivo otros sujetos sean tratados de la misma manera como se aplicara la ley original. Si se permite que los argumentos de un juez sobre cualquier tema prevalezcan, aunque estén equivocados, aunque carezcan de sentido común, así se tendrá que tratar a otros sujetos que actúen de la misma manera, porque la ley iguala a las personas. Los mismos libros de leyes enseñan que “todas las leyes humanas son aproximaciones a lo verdaderamente justo”. Lo justo es lo recto, quizá por ello la carrera de leyes se llame Derecho, porque se busca que la ley conduzca por un camino recto, derecho. La justicia debe de estar por encima de la ley. La ley sólo es el lápiz que dibuja una línea recta, una línea justa. Cuando alguien tuerce la ley, la línea justa deja de serlo.
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