Su maquiavélico plan era renovar las 61 secciones del SNTE de acuerdo a las reglas que pretendía imponer, mediante un reglamento de elecciones hecho en las rodillas y a su propia conveniencia. Éste cerraba las puertas a liderazgos frescos, sólo quería a incondicionales que ya hubieran ocupado un cargo seccional.
No obstante, tuvo que recular ya que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social no le hizo el caldo gordo, negando el visto bueno a una manual ilegal y antidemocrático. Hoy su puesto está colgado por alfileres, sabe que en cualquier momento puede seguir las pisadas de su antecesor, Juan Díaz de la Torre. Sabe que los vientos de la Cuarta Transformación arrecian y dentro de ellos viene la democratización de todos los sindicatos mexicanos, especialmente la del SNTE.