Cachitos de avión

Avión
Rifa de avión presidencial FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / El discurso se agotó, la honestidad valiente resultó ser no tan valiente ni tan honesta; la escoba que iba a barrer las escaleras no barre y eso de no mentir, mejor lo dejamos para otra ocasión.

Nos encontramos en el escenario que el mismo Dr. López Gatell definió como catastrófico, y aún discutimos sobre la utilidad o no del cubrebocas. Ya estamos en los 60 mil muertos y contando y esto no tiene para cuando terminar; dejamos de hablar de picos y mesetas, al parecer logramos normalizar la tragedia, al fin que para eso los mexicanos somos realmente muy buenos, somos maestros en normalizar lo que es absolutamente anormal.

La caída de la economía es histórica, la pérdida de empleos es de terror y la inseguridad parece ya ser parte del folklore nacional. Ver vídeos de los cárteles presumiendo armamento y desafiando al Estado ya a nadie sorprende, es perfectamente normal, eso es lo que hacen siempre.

Decenas de miles de niños sin medicamentos para el cáncer por falta de recursos, pero construimos un Tren Mágico, una refinería y un aeropuerto con cerro incluido y nadie se sorprende. Todo es normal, así era antes y así va a ser siempre, las transformaciones en México siempre han sido ocasión de dejar todo igual, solo se trata de cambiar a los beneficiados.

Vídeos de políticos recibiendo millones de pesos ya son perfectamente normales, lo único que cambia son las ligas, bolsas, maletas o hasta fideicomisos para disponer de los fajos de billetes y hacer lo único que saben y están dispuestos a hacer, defraudarnos a todos los mexicanos.

Ahora vemos que la honestidad autoproclamada es una falacia, no existe ni existirá. No hay corrupción buena y corrupción mala, solo debería existir la ley a la que todos los mexicanos nos debemos someter, pero por desgracia, es el mismo juego y los mismos ganadores y perdedores de siempre, los políticos corruptos que saben que al margen de la ley se gana más, y los simples ciudadanos, que solo los vemos contar fajos de dinero en nuestras narices.

No son los partidos ni los políticos, es la forma que nosotros como ciudadanos nos relacionamos con el poder, nos gusta más quemarles incienso que cuestionarlos e incomodarlos con la más tímida pregunta. Tenemos que cambiar de una vez por todas nuestra esta forma de relacionarnos con el poderoso, pasar del líder protector y benevolente, al simple funcionario público que tiene y debe de rendirnos cuentas y no solamente cuentos.

Hay que impedir que el pensamiento distinto sea silenciado, hoy día nuestro país esta polarizado en dos corrientes: una derecha “conservadora”, mafia del poder y una izquierda posmoderna, autoritaria y mesiánica. Como ciudadanos no es racional someternos a esta polarización simplista, debemos reforzar las ideas de democracia, libertad, pensamiento científico y progreso responsable. Comprender que la realidad es extraordinariamente compleja y no permite explicaciones simples que den supuestamente respuesta a todo.

Dejar de ser tan simples e ingenuos, no hay dignidad ciudadana en defender a un político aún a costa de nuestros ideales y principios. De la misma forma que mucho lo que había antes era indefendible, les aseguro que ahora es lo mismo, no hay forma de defender lo que tenemos.

La realidad no va a rendirse con cachitos de avión, a menos que la intención solo sea darnos el avión, pero con la diferencia que ahora tenemos que comprar el boleto de la rifa.

Antes nos daban el avión de a gratis.

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