Mis muertos de Covid-19 del hospital Luis F. Nachón

Muertos
Mis muertos de Covid-19 del hospital Luis F. Nachón FOTO: ESPECIAL
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / 

Como un amplio reconocimiento y agradecimiento al personal del hospital Luis F. Nachón

Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen, por este día, los muertos de mi felicidad. Silvio Rodríguez (Pequeña serenata diurna)

Esa tarde 14 de julio de 2020, recibí la llamada de mi hermano Armando; Oye vente a la casa, hay que platicar varios pendientes, aprovechamos y ya, por ahí te quedas a dormir. La idea me agrado, me gusta la casa de mi hermano, me gusta el ambiente cálido que generan sus perras, me da un poco de tranquilidad en mi mundo agitado. Recuerdo que pase a comprarme una lata de cerveza, para tomármela antes de dormir. Vimos los videos de Shiki Oriori: Sabores de la juventud,  recuerdo que hablamos de casi todo. En la sala Maya retozaba en su sofá favorito, mientras Tobi vigilaba la  noche. Azula discreta se subió al borde de la cama y también comenzó a soñar. Recuerdo que la otro día, mi madre me dijo que tenía cara de trasnochado, mi hermano que en esos momentos iba llegando dijo,  pero si dormiste muy bien. Lo que no sabíamos es que el inquilino perverso, ya se encontraba incubado en mi cuerpo, y ya estaba comenzando  a causar estragos rápidamente. Ojos rojos, dolor de cabeza, temperatura, dolor de espalda, fatiga, y tos seca.

Viernes 17 julio

Temperatura con calambres en el cuerpo

Me dice mi hermano habla al 01800 del COVID-19, seguro ellos te orientan, después de 8 intentos con un minuto de espera cada uno, me contesta un tal  licenciado Julio. “En que le puedo servir”, me dice, le digo que tengo los síntomas del covid-19, y que necesito orientación, después de preguntarme mi condición física, me dice que siga tomando Acetaminofén durante 5 días  y que después lo vuelva  a contactar. A pesar de la respuesta oficial a la que seguramente se enfrentan miles de mexicanos, seguía muy confiado de que todo estaba bajo control. La postura de mi hermano Armando me daba confianza,  en el fondo sabía que el tenia los contactos necesarios para que en  caso de una emergencia se pudieran activar. Se presentó el Dr. Arturo Peck a mi casa, reviso la medicina que estaba tomando y le dio el visto bueno, por otro lado el Químico Cluni  Rafael Aguilar Lendechy y el Dr. Gabriel Salazar, ponían su grano de arena.

No obstante, la enfermedad seguía causando estragos en los pulmones.  Ese mismo día llego un tanque de oxígeno al que fui  fue conectado inmediatamente. La apnea se hizo presente. Llego un joven  con el equipo para sacar una placa de la espalda. Esa tarde todo cambio, el optimismo ya no era el mismo. Mi hermano ya tenía todos los resultados, el Covid-19 se había comido la proteína de mis pulmones y en cualquier momento, podría haber un fallo respiratorio.

Recuerdo que ese domingo 24 de julio,  mi hermano subió a mi recamara, me miro y me dijo: “Los resultados de la placa no son buenos, hay que internarte de inmediato, no da tiempo para llevarte fuera, tiene que ser aquí en Xalapa, tal vez en el velódromo”.

“Como crees yo ahí no entro”, le  conteste; déjame hacer una llamada, me dijo; poco después me confirmo que me habían conseguido una cama con respirador en el hospital Luis F. Nachón.  A esas alturas mi saturación de oxigeno ya no subía de 76.  Me desconecte del tanque de oxígeno y me dispuse a bajar los 15 escalones de mi recamara a la sala, mi corazón brincaba agitado, respirar ya era un dolor muy grande en el pecho. En la sala mis familiares guardaban una prudente distancia. Me despedí de ellos, y con las pocas fuerzas que me quedaban, me subí a la  ambulancia que ya estaba estacionada fuera de mi casa.  Después del protocolo donde te pasan hacer la prueba del Covid-19, y de hacerte tomografías, te ponen una bata azul y te suben al área de cuidados intensivos.

Desconocía que mi esposa se había  entrevistado con el encargado del hospital, para solicitarle una constancia para su trabajo, en ese momento el funcionario le dijo que mi  condición no era buena y que existía la posibilidad de ser intubado, y que ella como esposa tenía el derecho de autorizarlo.

Recuerdo que ya estando en el área de cuidados intensivos, tenia de frente  a una señora que se quejaba lastimosamente,  estuvo quejándose toda la noche y parte del día siguiente, en el oxigenador marcaba 77 de obturación, al notar su  condición varios enfermeros  comandados por un doctor, trataron de reanimarla, no obstante su corazón no resistió y murió en ese instante. Recuerdo bien los nombres de los seis difuntos que me toco observar mientras trataba de recuperarme. Al otro día llegó un señor de la tercera edad de nombre Faustino, paso la noche quejándose, sin embargo por la mañana intento desayunar, aun puedo ver la gelatina de limón en su mano, murió de insuficiencia respiratoria.

Ese día por la mañana llegó una persona de nombre Iran, taxista de esta ciudad de Xalapa, estaba a mi izquierda, recuerdo que se veía estable, sin embargo pedía que le abrieran más al oxígeno, ya que le costaba respirar.  Cruce con el unas cuantas palabras, se veía optimista. No obstante, me llamo la atención que cuando llegó la comida, el inmediatamente tomo la parte posterior del unicel, rasgo la tapa, y se comenzó a soplar, su color se tornó más pálido y rápidamente el personal médico tomo cartas en el asunto. En ese momento me quitaron todos los chips que tenía conectado al cuerpo, incluyendo el respirador,  me retiraron la solución salina y me colocaron precisamente en el lugar donde ya habían muerto dos personas.  Después pude ver que necesitaban espacio para poder trabajar. Cada vez que sucedía algo semejante mi corazón se aceleraba, cerraba los ojos y solo escuchaba el ruido del respirador y del instrumental médico. Ese día a las 10 con 47 minutos el Covid-19 se llevaba la vida e un hombre de 45 años. Su sufrimiento fue evidente,  alcance a escuchar, “ya estuvo, ya no aguanto”. Murió intubado.

Esa misma noche me cambiaron de pabellón donde solo había cuatro camas con su respectivo respirador. Había una señora de nombre Sara  del municipio de Xico  de escasos 34 años, su respiración marcaba 66 de obturación, el personal médico intento intubarla, no obstante su corazón ya no respondió. Su cuerpo fue introducido en una bolsa color ocre, donde finalmente sería entregado a sus familiares.  La última muerte que pude observar fue de una señora de nombre Otilia que quería reponerse para poder ayudar a su mama de 90 años, en el mercado. Ella estuvo intubada parte de la mañana y parte de la tarde. Su cuerpo ya no respondió. Un día  antes de ser dado de alta, se quedó una señora de Perote de nombre Herminia que se había contagiado en una fiesta de uno de sus hijos. “Solo fui a echarme un mollito, y ahora resulte con esto”, me dijo. Su obturación de oxigeno marcaba 76.

Sin embargo, en este contexto de muerte, sobresalió el caso de una señora llamada Mary, oriunda de un pueblo ceca de Talacolulan, con edad de 67 años, que a pesar de tener  diabetes, pudo  superar al covid-19.

Pude constatar que hay un abismo muy grande, entre respirar y jadear, esa es la diferencia que marca la vida y la muerte, si uno no logra controlar el ritmo cardiaco, este se desborda y exige oxígeno a unos pulmones dañados por la carga viral del COVID-19. En mi caso, tan solo para enderezarme de la cama, tenía que contar 64 respiraciones  para reponer el ritmo cardiaco, después fueron 24 y ahora son 14 respiraciones profundas.  Después de 25 días con la enfermedad, aun la recuperación de los pulmones, sigue siendo lenta.

Hablando con el personal médico, puedo concluir que para salir de un cuadro agudo  de covid-19, es necesario tener una actitud mental positiva. Sin embargo, cuando hay dolor en el cuerpo, resulta casi imposible.  Me resulta aún increíble que exista gente que piensa que esta enfermedad no existe. En mi caso, hay un daño significativo en mis pulmones, la recuperación es lenta y cara, y creo que si se toman más en serio las medidas sanitarias, todo este sufrimiento y estrés puede evitarse.

Y  es que a pesar de tomar y respetar la sana distancia y de haber usado de manera responsable el cubre bocas, en un mínimo descuido el contagio se hizo presente.  Una salida al cajero del banco de la Avenida Ávila Camacho, fue la probable causa de contagio.  Y es que el enfermo de Covid-19, no solo carga con la enfermedad, también se reprocha uno mismo, el exponer  a la  familia a esta terrible enfermedad.

Además si la victima de covid-19,  forma parte del circulo morbilidad (tener diabetes, hipertensión, obesidad, fumar), el riesgo de una insuficiencia respiratoria en etapa aguda, es muy probable que se haga presente. En mi caso, los primeros días de la fase crítica fueron demandantes y con el riesgo latente de ser intubado. Hoy la recuperación es lenta, la reparación pulmonar es dolorosa.

Creo que después de esa experiencia, que me recordó  la llegada del SGB en mi adolescencia, donde tuve que tardar tres años para volver a caminar, me ha servido para acomodar las  cosas en su debido lugar. Sin lugar a dudas, sin el apoyo de la familia es difícil superar esta enfermedad. A ellos mi reconocimiento y agradecimiento. Por cierto, mi estancia en el Hospital Don Luis F. Nachón, me permitió ver en qué condiciones está trabajando el personal médico.

Pude ser testigo del profesionalismo, entrega y altruismo tanto del personal médico, enfermeros, camilleros, intentendentes, todos ellos hacen mucho con tan poco, son verdaderos héroes sin capa. Pude ver como caía el sudor a chorros de sus trajes que ocupan para trabajar. Me di cuenta que trabajan en horarios de seis horas, aproximadamente un grupo de 20 personas. Todas ellas arriesgando su propia salud. Ellos están haciendo el trabajo que les correspondía a otros.

Ojala y el gobierno local, tome en cuenta la experiencia que ha adquirido este grupo de trabajadores y los consideren para ocupar una plaza definitiva. Gracias a su profesionalismo, tengo una nueva coyuntura de volver a hacer las cosas de una manera mejor. Creo que esta experiencia me ha permitido constatar que existe un ser divino que nunca se ha olvidado de mí, y que me da una segunda oportunidad.  Hago constancia de todos estos hechos solo con el fin de hacer conciencia de la importancia de cuidar y guardar las sugerencias de la sana distancia. En ningún momento se busca protagonismo innecesario. ¡Por favor! Quédate en casa, hazlo por ti, y por los tuyos.

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Comentarios

  1. lamentablemente eata experiencia es dolorosa y muy dificil de entender si no estas involucrado, gracias a Jehova Dios todo salio bien…peto se que no mucja gente ha contado con este privilegio de escuchar a tu familiar diciendo…ya me estoy sintiendo mejor.

  2. Ojalá y después de esta experiencia cambiemos nuestros hábitos de vida y salud y ayudemos a quienes dependen de nosotros a lo mismo; antes de criticar y justificar al gobierno de cualquier administración. La vida y salud depende de cada uno. Sólo cuando vemos de cerca la muerte es como valoramos y respetamos la vida y reconocemos que sólo de Dios dependemos, no de «recomendaciones» y «palancas» políticas, etc. Gracias a Dios porque nos permite seguir viviendo.

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