Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz ha convertido al estado en un botín de buitres que se disputan cualquier despojo. Ya se hicieron del Congreso del estado y desde ahí operan para hacerse del control de municipios y otros ámbitos de poder que deberían ser autónomos; la encarnizada pelea por el Poder Judicial es vergonzante. Sin embargo, el gobernador, uno de los que tienen las peores calificaciones del país deja que todo pase.
En su indolencia, en su apatía, en su propia estulticia, cree que gobierna y por ello sale a la calle en plena libertad, creyendo que la gente le habrá de agradecer la gestión de un gobierno que sólo ha generado discordia y desempleo. Ahí va por las calles, como un desconocido. Nadie lo detiene, quizá porque por fin se decidió a usar cubrebocas y por eso no lo reconocen. Pero sí lo reconocen, sólo que las personas no tienen nada que agradecerle.
Su manejo de la crisis del coronavirus ha sido pésima y por ello Veracruz es uno de los estados que extenderá la cuarentena, lo que significará más pérdidas de empleo, más pobreza y por supuesto, más personas fallecidas. Nada que agradecer a un gobernador omiso, que ya sabe cuál será su lugar en la historia de Veracruz.
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