Al alza asaltos, robos, plagios y asesinatos

Paz
Escena del crimen FOTO: ARCHIVO
Cuando la desesperación induce a delinquir
México inundado por 15 millones de armas

Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / AUNQUE YA desde antes se experimentaba en el País una explosión de criminalidad que se refleja en más asaltos, robos a casa habitación, transeúntes, de autos con y sin violencia, asaltos a negocios, secuestros, extorsiones, levantones y feminicidios, a partir del CoVid19 ese fenómeno se ha disparado de manera incontenible, y nuevamente a diario se da cuenta de cómo la delincuencia se vuelve a apoderar de las ciudades, en algunos casos ayudados por policías Estatales y Municipales que se alían o por su cuenta cometen desmanes. Lo peor es que muchas agresiones son cometidas con armas de fuego con saldos lamentables, lo que preocupa severamente y acaso por ello el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública hizo un recuento de armamento clandestino en México en poder de la delincuencia y particulares, en el que concluye que en México circulan alrededor de 15 millones de armas de fuego, de las cuales 85 por ciento ingresaron de manera ilícita y con ellas se cometen 67.4 por ciento de los homicidios dolosos en el país, algo que el presidente Andrés Manuel López Obrador no trató con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, pese a ser uno de los mayores conflictos que laceran al país, pues el armamento que entra a la nación de manera ilegal proveniente de los vecinos es la causa de tanta criminalidad y delincuencia. Y es que los artefactos clandestinos podrían armar a todo un ejército, pero desafortunadamente están en manos de criminales.

LAS CIFRAS que han sido incluidas en un número especial de la Revista Mexicana de Política Exterior, dependiente de la Cancillería, explica en la relatoría que en 2019 sólo fueron aseguradas cerca de 9 mil 279 armas de fuego entre la frontera Estados Unidos y México, zona por donde se estima que ingresa el 70 por ciento de las armas ilícitas, un número por demás ridículo que pone en evidencia los sistemas que permiten detectar esos ingresos. Y aunque no se sabe el volumen real de las armas en manos criminales, en 2018 se identificó que en promedio al año entran entre 213 mil a 230 mil ilegalmente a México, algunas de las cuales llegan hasta el sur del País, lo que permite definir de donde viene tanta y semejante violencia, ahora escenificada como en Colombia, en aquellos tiempos de Pablo Emilio Escobar Gaviria, cuando jóvenes delincuentes eran contratados para mediante el uso de motocicletas cometer crímenes que casi nunca son aclarados, por lo que las autoridades deberían implementar un programa de revisión obligatoria de todos aquellos que viajen en pareja en motocicletas dado el alto índice de asesinatos que se cometen mediante ese sistema.

PERO SOLO para tenga una idea de cómo andamos, es bueno saber, de acuerdo a la misma publicación de Relaciones Exteriores, en la última década llegaron a México, ilícitamente, 2.5 millones de armas de las cuales se han recobrado apenas 332 mil 689 en el combate a la delincuencia y mediante campañas de intercambio de armas por despensas, un número realmente ínfimo. Y aunque en el mismo periodo “se han incrementado 122 por ciento los aseguramientos de armas de asalto -principalmente semiautomáticas, de gran capacidad letal- y en 9 por ciento los de armas pequeñas y ligeras (…) cuya venta ilegal creció 35 por ciento, lo cierto es que por la frontera norte sigue pasando armamento con la venia de autoridades venales, por lo que, sin duda, un gran reto será frenar la capacidad de reabastecerse de la delincuencia -que sólo requiere de 15 días en promedio-, así como establecer controles no sólo en la frontera, sino al interior del país, que fueron eliminados en 2013, y que ahora, con la política presidencial de abrazos y no balazos se niegan a reinstalar.

PORQUE NO son cualquier tipo de armas las que entran a México anualmente, y basta saber que del total de los aseguramientos de los últimos 10 años, 48 por ciento correspondió a armas largas como fusiles, carabinas, rifles y escopetas, de las cuales casi 132 mil 500 habían ingresado al País principalmente por Tamaulipas en contenedores, y 28 por ciento a armas cortas —pistolas y revólveres— con 90 mil 500 decomisos llevados a cabo, en su mayoría, en el cruce por California. Solo en 2019 se aseguraron 27 mil 337 cargadores de alta capacidad y más de un millón de municiones. De ahí que la prevención de delitos con armas de fuego ha tenido altos costos financieros para México: de 1.3 por ciento del PIB en 2012 aumentó a 1.5 por ciento en 2018, equivalente a más de 286 mil millones de pesos, recursos del presupuesto que podrían destinarse a otros rubros a favor del desarrollo”. Lo que llama la atención es que el Gobierno Federal tiene pelos y señales pero no actúa, de tal manera que el flujo hormiga de armas o sus piezas y municiones, oculto en el cruce diario de más de 25 mil personas entre México y EU, se realiza principalmente por mexicanos que viven en la frontera (50 por ciento) y, en menor grado, estadunidenses y centroamericanos, quienes reciben de organizaciones criminales desde 100 dólares por un paquete de 50 balas o hasta 2 mil dólares por un rifle automático. Por ello no es fortuito que entre Noviembre de 2019 y Enero de 2020 las principales detenciones hayan ocurrido en Nuevo Laredo, Nogales y Caborca. Las armas cruzan la frontera en vehículos (46 por ciento), con una minoría de ingresos peatonales (4 por ciento) y sólo 1 por ciento por aire.

NO ES secreto que el CoVid19 dejó sin empleos a más de 1 millón de personas, y se habla incluso de 2 millones que por necesidad necesitan trabajar o ingresar recursos al hogar, porque la mayoría tiene familia, hijos y padres que dependen de ellos, y tampoco mentimos cuando sostenemos que la desesperación lleva muchas veces a que esas personas tomen el camino del mal inducidos por la propia delincuencia que siempre está en busca de prospectos. Nunca hemos sostenido que la pobreza induzca a delinquir, porque no estamos de acuerdo en criminalizar a los pobres como delincuentes, pero si es un hecho insoslayable que la desesperación alienta la comisión de ilícitos. Y es que la desesperación se define como la falta total de esperanza. Un sentimiento que te hace verlo todo negro y del que puede costar salir una vez que incurriste en algo que te resuelve de momento tus conflictos. Ya lo dijo Dan Brown: “Ante la desesperación, los seres humanos se vuelven animales”, sobre todo cuando los más pequeños piden de comer y no hay que darles. Lo peor es que el desempleo acumulado en cuatro meses de CoVid19 se debe en gran medida a un Gobierno que regateó el apoyo a los empresarios que son los generadores de empleo y riqueza, y será ese mismo Gobierno quien pague las consecuencias de su tacañería cuando una parte de la sociedad comience a delinquir ante la cerrazón de oportunidades. Al tiempo. OPINA [email protected]

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