La Guía Bioética que pensaba seguir el gobierno de México era muy semejante a la de Italia o España. En una parte de su texto señalaba: «Cuando solo tenemos un ventilador y hay dos pacientes: un paciente A de 80 años y un paciente B de 20 años. Supongamos que si paciente A recibe el ventilador ella vivirá 7 años más y si paciente B recibe el ventilador ella vivirá 65 años más. Para solucionar este problema se tiene que introducir un principio adicional: salvar la mayor cantidad vidas-por-completarse. Una vida-por-completarse se debe de entender como aquella que aún no ha pasado por los diferentes estados de desarrollo bio-psico-social humanos (i.e. infancia, adolescencia, edad adulta, vejez)».
Esto creo un dilema ético y práctico, pues en este momento de la fase 3 de la pandemia de coronavirus, algunos jóvenes, no todos afortunadamente, están mostrando un desprecio pleno a la vida de los demás. Se arriesgan a contagiarse y contagiar a los demás con el argumento egoísta: «Dejen vivir la vida a uno, si nosotros nos queremos morir si nosotros nos queremos contagiar pues es muy nuestro problema, vaya, no vamos a ir a sus casas a contagiarlos como dicen». Lo que estos jóvenes egoístas no saben es que el problema no es de ellos, como dicen, el problema es del sistema de Salud que se verá saturado.
El problema es que a alguien se le ocurrió que, ante una situación de elección, un adulto de 60 o 70 años sería descartado para que le brinden un ventilador, porque se lo tendrían que dar a un joven que pregona: «Si nosotros nos queremos morir si nosotros nos queremos contagiar pues es muy nuestro problema». Que bien que ya lo pensaron mejor, y echaron esa guía bioética a la basura.
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