El problema es el modito

Política
Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Sergio González Levet / De otro modo nos iría como país si nuestra Constitución tuviera un artículo 137 (o un transitorio 20 de perdis) que exigiera al Presidente de la República que cuando tomara posesión dejara atrás miedos, fobias, traumas, venganzas, creencias y necedades.

Digo, si eso fuera posible, nuestra historia hubiera registrado a titulares del Ejecutivo ejemplares, honestos, irreprochables. No perfectos, porque es de la naturaleza humana errar, pero personajes con el talento para entender que hay cosas que se pueden hacer, y otras -dijera Perogrullo- que encima de que no se pueden hacer, son imposibles.

Y nuestro soñado artículo constitucional también le podría recordar al jefe de las instituciones nacionales que, aunque llegó al poder amparado por un partido y con los votos de una mayoría de ciudadanos que fueron a las urnas, es el Presidente de todos los mexicanos; de todos, no solamente de sus seguidores o simpatizantes.

Un Presidente incorrupto e incorruptible, rodeado de un equipo de mexicanos preparados, intachables; un equipo hecho sin amiguismos ni nepotismos ni compromisos de campaña; formado solamente por especialistas en cada una de sus ramas, sin ninguna otra intención que servir al país durante el periodo para el que fue electo su jefe.

Un gabinete así sería comparable al del Benito Juárez de la lucha contra la invasión francesa y el de las Leyes de Reforma.

Pero en nuestros días, por ejemplo, tenemos a un líder que siembra la división, que sólo vela por los intereses del pueblo sabio y honrado que votó por él, y olvida que hay muchos mexicanos de clase media que también tienen una vida, una familia que mantener y un trabajo que aportar a la patria.

No es posible mantener un gobierno que hace distinción de su clientela, que somos todos los mexicanos, y desde el pináculo del poder, divide según su cerrado criterio y conveniencia entre los revolucionarios buenos y los conservadores malos; entre los santos verdaderos y los malos mentirosos; entre los sabios y honrados pobres, y los reaccionarios corruptos y explotadores.

En estos momentos difíciles para la humanidad por la amenaza del Covid-19 y las estrepitosas caídas de la economía mundial, el Presidente debería convocar a la unidad de todos los mexicanos, y dejar de provocar divisiones y levantar malos ánimos de unos contra otros.

Es el momento en que nuestros mejores especialistas deberían estar aportando su conocimiento, su experiencia y su talento para enfrentar con éxito la pandemia, para mitigar los azotes financieros.

Y por sobre todo, debería hacer de lado los insultos contra quienes no piensan como él, los anatemas hacia el pasado, las burlas contra “los otros”.

Vaya, lo que calienta es el modito.

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