Francisco Vargas / Actualmente no hay un solo político o empresario en el país que le pueda hacer frente al Presidente de la República. Desde el primero de julio del 2018, tras ganar la elección Presidencial y ambas cámaras legislativas, López Obrador se convirtió en el hombre más poderoso del país, y tras 15 meses de gestión e imposiciones en el Poder Judicial y órganos autónomos su poder va en aumento y hasta ahora no ha aparecido el mexicano que logre frenar el desarrollo de su autoritario gobierno.
Si bien es cierto que la popularidad y aprobación del Presidente van en declive por la pésima forma en que dirige al país, en nada han afectado o cambiado sus propósitos políticos para instalar su “cuarta transformación”, sino todo lo contrario.
Tras percatarse de la evidente caída en las encuestas tanto de la imagen y reputación de sus aliados políticos como de MORENA, ha intensificado la velocidad de su plan de gobierno para seguir imponiendo a sus correligionarios en instituciones autónomas, así como la promoción de un gran número de iniciativas para modificar la ley y poder tener mayor control en el orden público y privado. Ya logró echar abajo la reforma educativa y que fácilmente le aprobaran la ley de extinción de dominio y facturas falsas, la cual le da un poder desmedido al SAT, que lo dota incluso de facultades legales sin necesidad de una previa aprobación judicial, además puede darse el lujo de no sólo congelar las cuentas de una persona física común y corriente hasta la de un emporio empresarial, sino también de embargar bienes inmuebles de cualquier valor y ponerlos a disposición del ridículo y recién creado “Instituto para devolverle al pueblo lo robado” para su venta o subasta.
Con leyes como esta doblega y amedrenta a los empresarios más influyentes del país, que contentos o no con la actual administración federal, deben de (por lo menos por ahora) quedar bien con López Obrador e incluso prestarse para sus circos como los de la cena en Palacio Nacional para promocionar y apoyar la famosa rifa del avión presidencial.
Dentro de la oposición política no existen aún contrapesos reales, la mayoría de los actuales líderes partidistas cuentan con mala reputación y exhiben una inútil estrategia de contrapeso al gobierno y a Morena. Quiero creer que se debe a que al igual que los empresarios, también temen a una represalia legal, ya que tanto el SAT, el Poder Judicial, la Fiscalía General de República y ahora ya hasta la CNDH están bajo el control Presidencial.
Su poder político tiene un alcance a tal grado que hasta la opinión pública del diario gira alrededor de lo que diga López Obrador en sus conferencias mañaneras, lo que confirma que el periódico “The Wall Street Journal” (uno de los más reconocidos a nivel mundial) no se equivocó al decir que “México es país de un solo hombre”.
Sin embargo, los únicos que hasta ahora nos hemos atrevido a levantar la voz de manera clara y concisa en contra de las malas decisiones del gobierno somos los activistas independientes, así como los periodistas, los cuales no tenemos nada que perder, más que el miedo a recibir represalias por a veces incomodar a los poderosos.
Y son estos segundos los cuales han puesto en jaque al hombre más poderoso entre los poderosos, las investigaciones, reportajes y hasta columnas de periodistas como Carlos Loret de Mola, Ciro Gómez Leyva, Pablo Hiriart, Ricardo Alemán, Sergio Sarmiento, Víctor Trujillo, Jorge Ramos, entre otros, golpean la popularidad del Presidente. En este momento ellos son los valientes que están representando a la oposición y haciendo el trabajo que les corresponde a los partidos y sus respectivos líderes.
¿Quién será el valiente líder con el talento y habilidades necesarias, que cuente con una buena reputación y sobre todo tenga el valor de enfrentar la tiranía del poderoso Presidente López Obrador y defender el futuro de millones de mexicanos?.
¡Urge que aparezca ya!
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