¿Caja china?

Avión
El avión presidencial José Maria Morelos y Pavón y Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Sergio González Levet / Mientras el ingenio nacional está empeñado concienzudamente en el concurso del meme más inteligente sobre el asunto de la rifa del avión presidencial a través de la lotería nacional para la asistencia pública, otros temas muy graves se están quedando en el tintero o arrumbados en el rincón de las cosas sin importancia.

Muchos han criticado esta medida extrema que se atrevió a hacer pública el propio Presidente de la República. Otros tantos lo vieron como una exageración imposible, entre ellos, el propio Secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, que cuando se dio cuenta de que su jefe efectivamente había dicho lo de la rifa, no supo cómo enmendar lo que había declarado en contra de ella, porque pensó, con razón, que era una broma tonta.

También fue mal visto el hecho de que López Obrador pretendiera que el pueblo pagara, a través de un sorteo de a 500 pesos el cachito, los miles de millones que se habían gastado en la lujosa aeronave, y lo que se sigue gastando en su mantenimiento.

(Hago un parangón: pensemos que tomé 1,500 pesos del dinero familiar y me compré una lujosa pluma. Mi esposa y mis dos hijos me llaman a cuentas por este derroche que afecta a la economía familiar, y yo en consecuencia decido venderla y recuperar la inversión. Pero resulta que nadie me la quiere comprar y entonces se me ocurre hacer una rifa en casa, de 500 pesos cada boleto, para recuperar lo gastado. Mis familiares ponen un billete de 500 cada uno, se hace la rifa, uno gana la pluma y los otros pierden su dinero. Y resulta que yo no puse un solo centavo, y me quedé al final con los 1,500 pesos ganados en la rifa. ¿Dónde está el negocio para la familia? Y así, ¿dónde está el negocio para el país, si 6 millones de ciudadanos tendrán que enmendar el error a costa de su bolsillo?)

No han faltado analistas que han llegado a afirmar que esa ocurrencia de Andrés Manuel López Obrador no es tal, sino un plan finamente tramado para desviar la atención -una caja china- de los ciudadanos hacía una fruslería, y así ganar tiempo para seguir adelante con su plan de transformar al país a través de normas y medidas, hasta que haya una legislación y una administración a modo para tomar el control de todas las instancias que intervienen en las políticas públicas.

A un lado de la división entre quienes están con él a morir y los que no lo quieren para nada, unos piensan que AMLO se pasa de listo y otros que lo hace de ingenuo; unos ven en él a un estratega genial y otros a un ignorante. Ésta es una nueva polarización que también divide la opinión de los mexicanos, y que se suma a los desencuentros que tan bien fomenta el Presidente con sus declaraciones y acciones cada vez más fuertes las primeras y atrevidas las segundas.

Lo cierto, lo real, es que la Cuarta Transformación ha seguido avanzando, pero a tumbos, con trompicones, hacia adelante un poco y hacia atrás poco o mucho.

Y el país no encuentra el gozne que una los intereses de todos sus habitantes, y una mitad de la nación se enfrenta con la otra mitad en las redes y en todos los medios de comunicación masiva.

¿Hacia dónde vamos?

Todos los derechos reservados. Este material no puede ser publicado, reescrito o distribuido sin autorización.

Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *