Tras ocho largos y angustiosos años Gabriela, una madre que había perdido a su hijo, lo encontró. César tenía 16 años cuando Gabriela lo dejó con su abuela; la abuela señala que un día César, el joven que estaba desaparecido, no regresó más a su casa. «Él salió a buscar trabajo y nunca más lo volví a ver», señala la abuela. Desde el 2012 la madre de César, en compañía de la abuela, buscaban sin parar a César sin obtener ningún resultado. La gente cercana a Gabriela le decía que ya le hiciera una misa. «Me decían hazle su misa para cuando era día de los muertos, cosas así, y yo, no, no tengo porque hacerle misa de muerto porque no está muerto», narra Gabriela; su intuición de madre no falló.
César, quien actualmente tiene 24 años, vivía como indigente en Hermosillo, Sonora, a mil 522 kilómetros de su natal Zamora, Michoacán y fue a través de una llamada que realizaron integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, quienes rastrean a personas desaparecidas entre la población indigente, como le dieron la noticia a Gabriela que habían encontrado a César.
Cuando Gabriela se trasladó a Hermosillo, lugar donde se encontraba su hijo perdido, dijo lo siguiente: «Eran muchos nervios, desde que llegamos sabía que ya estábamos en Hermosillo, tenía sentimiento encontrados… tristeza, alegría, miedo, todo». Cabe señalar que cuando le preguntaron a César que había ocurrido en todos esos años, éste no respondió nada, pues al parecer el joven padece un trastorno mental. Ahora el joven ya se encuentra con su madre quitándole ese peso de la angustia, que suele ser peor que cualquier otra sensación que pueda existir. Porque no es lo mismo saber que un familiar está muerto a estar con la angustia de no saber dónde se encuentra.
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