¿Por quién votaron?

AMLO
Cuitláhuac García y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) FOTO: FACEBOOK
- en Opinión

Sergio Gonzalez Levet / Fueron votaciones históricas, las más numerosas en ambos casos: 30 millones 113,483 votos (53.19%) para el candidato Andrés Manuel López Obrador en todo el país, y 1 millón 665,885 sufragios (44.02%) para Cuitláhuac García Jiménez en todo el Estado de Veracruz.

El tamaño de la volcadura ciudadana en favor de los dos candidatos de Morena fue tal que AMLO superó con 17 millones 503,363 votos al segundo lugar, el aspirante del PAN, Ricardo Anaya, y Cuitláhuac tuvo 212,163 más votos que el también abanderado de Acción Nacional, Miguel Ángel Yunes Márquez.

Fue una votación limpia, apabullante, inédita. Con esas cifras, no hubo motivo para la sospecha, para la querella legal, para ninguna acusación.

Con esas cifras, hubo fiesta nacional, regocijo en las calles, multitudes celebrando el triunfo ciudadano.

Seis meses después, el Presidente y el Gobernador del Cambio tomaron posesión de sus cargos y se consumó la victoria.

Y ahora, a un año, seis meses y 16 días de aquella elección el ambiente de fiesta ha dado paso a la desilusión ciudadana.

¿Por qué?

Porque los mexicanos votaron mayoritariamente en contra de la corrupción galopante, y por gobernantes que no mintieran, que no robaran, que no traicionaran al pueblo.

Porque eligieron un gobierno que iba a mejorar la economía y nos iba a sacar de la crisis.

Porque pensaban que la seguridad y la paz iban a enseñorearse en el país.

Que iban a estar los más preparados en cada uno de los puestos de gobierno.

Que ningún gobernante permitiría o se permitiría meter a familiares a trabajar.

Que se hablaría con la verdad, sin triunfalismos y sin falsas promesas.

Que habría administraciones eficientes, para que los dineros del pueblo se aplicaran bien en obras necesarias.

Que se acabarían los programas clientelares, las limosnas a cambio de votos en el futuro.

Que ya no habría escándalos de ningún tipo, ni diputados que pidieran favores sexuales a cambio de apoyo.

Que los embajadores no robarían nada, mucho menos libros, y que no harían el ridículo internacional.

Que no se permitiría que el Gobierno de Donald Trump interviniera en asuntos internos de México, y menos que marcara alguna agenda nacional.

Que no se iban a construir obras suntuosas y que no tuvieran un estudio de factibilidad, como el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya.

Que la prensa iba a ser respetada, no calumniada, no insultada.

Que íbamos a ser felices… y estamos tristes.

Que íbamos a estar seguros… y tenemos miedo.

Que el país se iba a transformar por cuarta vez… y seguimos igual.

Entonces, ¿por quién y para qué votaron esos más de 30 millones de mexicanos?

Y la última pregunta: Después de tanta desilusión y tantas promesas incumplidas, ¿volverán a sufragar en el mismo sentido en las elecciones de 2021?

Yo, la verdad, ya no creo.

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