La era del miedo

Miedo
La era de los líderes carismáticos FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Recuerdo una ocasión, hace muchos años, que leí a un economista que aseguraba que para comprender la historia debemos revisarla junto con los cambios tecnológicos que la acompañan, es decir, la tecnología que desarrollamos los seres humanos determinan la historia mucho más de lo que lo hacen las ideologías.

En este documento se hacía una revisión de la historia desde la Revolución Industrial, pero lo que me impresionó fue la relación al siglo XX, el cual decía, comenzó con la enorme esperanza en un mejor futuro.

No podía empezar mejor el siglo XX, las ciudades se iluminaban, el automóvil se imponía sobre el caballo, el avión de los hermanos Wright lograba lo imposible, el radio sorprendía a millones con esa magia de poder escucharnos, el cine nos maravillaba con la capacidad de capturar el movimiento y el petróleo era la promesa de la energía barata que haría que todo fuera mejor que nunca.

El cambio energético del carbón al petróleo alteró el mapa geopolítico del mundo; la radio modificó la forma de relacionarnos como seres humanos, era el invitado a escuchar en un interminable monologo en nuestras salas; el automóvil cambió para siempre las ciudades, era el nuevo dueño de las calles; con el avión la luna ya no parecía estar tan lejos; y el cine nos mostró que el mundo se mueve irremediablemente aunque no queramos.

Esta tecnología cambió todos los antiguos valores económicos del siglo XIX. Transformó las sociedades, hasta que estas saturadas rebasan la capacidad de adaptación del ser humano y toda esta esperanza en el futuro se convirtió, primero en incertidumbre, después en miedo.

El miedo es resultado de no poder definir nuestro futuro de forma más o menos previsible. Hubo millones de trabajos y oficios que ya no eran necesarios y había millones de empleos que requerían de habilidades que muy pocos tenían, es decir, casi todo el conocimiento de generaciones pasadas ya no servía de nada. Poco importaba saber como montar una yunta al buey, lo que se requería era quien pudiera manejar y reparar un tractor.

La sociedad se sometió por el miedo y buscó refugio, primero en Dios, pero lo habíamos matado pocos años antes y lo encontró en líderes carismáticos que les prometían cuidarlos y ver por ellos, regresarlos a los tiempos pasados de felicidad y prosperidad.

El mundo ya había sido testigo de las dos caras de la tecnología, el petróleo fue el combustible que movilizó ejércitos enteros en la Primera Guerra Mundial, el automóvil nos mostró que también podía ser un tanque artillado, el avión lejos de llevarnos a la luna, arrojó bombas en nuestras ciudades y fue por radio que las ordenes de muerte y destrucción fueron dadas.

Fue en ese terror que la economía sucumbió, simplemente no pudo absorber todos los cambios tecnológicos y los líderes carismáticos se multiplicaron en el mundo. Hitler llegó al poder por medio del voto en Alemania, los italianos estaban felices de tener un líder como Mussolini que los cuidaba y veía por ellos, en Japón sucedía lo mismo, Argentina, Brasil, México y muchos otros.

Los líderes carismáticos prometían cuidar a sus pueblos del exterior, les ofrecían nacionalismos y banderas que adorar, recurrían a la raza, la sangre y el amor al pasado glorioso en el que estaban, ahora como súbditos, obligados a volver.

Hablaban del amor y la paz como valores máximos, pero pactaban con los peores criminales para preparar la guerra total y la aniquilación del enemigo.

Todo acabó en una guerra terrible, la peor que la humanidad entera haya conocido jamás. Millones y millones de muertes, grupos humanos prácticamente exterminados, media Europa destruida, Lejano Oriente devastado, África desarticulada y dos potencias mundiales que dominaron el mundo hasta 1990, cuando una de estas potencias, la URSS, se derrumbó por completo, se agotó la ideología que le daba sentido.

Ahora, en el siglo XXI, estamos viviendo un contexto histórico similar, contamos con la ciencia que nos acerca al mismo misterio de la creación del universo, la tecnología es asombrosa, en un teléfono celular contamos con mayor capacidad de cómputo que todo el Apollo XI. Todo está cambiando, muchos de los trabajos que antes realizábamos felices, ahora son completamente inútiles e irrelevantes. Hablamos de tecnología que solo unos cuantos pueden comprender y en pocos años serán de acceso común para miles de millones de personas. Nos encontramos en pleno cambio energético, vamos a dejar el petróleo por sucio, no porque se haya terminado.

Sabemos que la humanidad está cambiando toda, hasta su forma de reproducirse. En las próximas décadas la población de todos los países, excepto el África Subsahariana, dejaran de crecer y empezará una lenta pero constante disminución poblacional y envejecimiento de la humanidad.

Es probable que en este momento ya no estemos tan felices como hace un par de años, puede ser que de manera inconsciente tengamos incertidumbre sobre nuestro futuro, es posible que algo de miedo sobre lo que les espera a nuestros hijos sea lo que empecemos a sentir. No hay que olvidar que el miedo es una emoción primaria y nos es muy difícil dominarlo.

Además nos dicen que el mundo se acaba, el calentamiento global es una realidad (no comprobada), que acabará con todos nosotros. Estamos destruyendo selvas y tenemos islas de plásticos en los océanos del mundo que matan a todos los peces.

Estamos pasando de la incertidumbre al miedo y ya estamos buscando a nuestros líderes que nos protejan, nos cuiden y vean por nosotros con el amor que necesitamos en medio del fin del mundo. Queremos líderes fuertes que nos cuiden de nosotros mismos.

Y todo este miedo generado es una mentira, es muy triste que sean tan pocos los optimistas, los que vean el futuro con esperanza, que nos repitan una y otra vez que la humanidad nunca en su historia ha estado mejor. Todos los problemas, por terribles que sean, los podemos solucionar sin mayor complicación, todos menos el miedo. No necesitamos lideres carismáticos, debemos entender que nosotros tenemos la responsabilidad de no escuchar a los predicadores del resentimiento.

El futuro es inmejorable, encontraremos la cura de cientos de enfermedades, descifraremos grandes misterios del universo, podrán ver lo que no ven y caminar los que no caminan, reforestaremos selvas y bosques, limpiaremos nuestras ciudades de gases que las envenenan, tendremos acceso a mayor información que nunca y poco a poco estamos excluyendo el odio entre nosotros.

No deberíamos tener miedo, no hay nada que temer mas que al mismo miedo.

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