De manera muy inocente, los soldados le piden a Ovidio Guzmán que haga una llamada para que paren todo. Ovidio toma el celular y hace la llamada: «Ya paren todo oiga, ya paren todo, ya me entregué, ya tranquilos; ya ni modo». Fue una tremenda ingenuidad pensar que parar la balacera y la toma de Culiacán era cosa de Ovidio.
Lo que no sabían era que Ismael el Mayo Zambada ya había dado la orden de desplegar a todo un ejército de sicarios en toda la ciudad de Culiacán. Así llegó un ejército mejor armado que el mexicano que bloqueó las entradas de la ciudad, tomó como rehenes a los familiares de los militares, incendió camiones y autos, e hizo disparos por las calles para meter miedo. Como ven, parar todo no dependía de Ovidio, sino del Mayo.