Luego vinieron los cohetones y petardos, y como la sanción era acusarlos con su mamá, los policías no hicieron nada, sólo miraron, se replegaron o incluso tuvieron que dejar que los encapuchados pintaran sus escudos. El famoso Cinturón de Paz que iba a formarse para evitar actos vandálicos, mejor se retiró ante el temor de ser agredidos por los encapuchados que hicieron lo que saben hacer muy bien, destrozar, atemorizar, agredir.
Al parecer, el espíritu de la conmemoración de la Matanza de Tlatelolco del 2 de octubre se ha perdido. Ya no se trata de recordar a los caídos ni de rendir un homenaje a los que murieron buscando con sus protestas un México libre. El 2 de octubre se ha convertido en una excusa para destruir, para vandalizar, para reclamar, para dejar salir la ira y el reproche. Si así van a seguir siendo en adelante las conmemoraciones del 2 de octubre, mejor que se olvide.