La verdad es que la violencia no cesa, antes bien se recrudece. Lo más grave es que no parece haber una estrategia para detener esta batalla que se ha vuelto campal. La Guardia Nacional, que se nos vendió como una panacea, como la solución a todos los problemas de inseguridad, sólo está como espectadora, viendo cómo los grupos delincuenciales pelean entre sí, sin poder hacer nada para detener esa guerra o para que los daños colaterales sean menores.
De la Guardia Nacional sólo hemos tenido noticias que algunos miembros se emborrachan en las fiestas de Xico, o que por la imprudencia andan atropellando niños en las calles. Del gobernador Cuitláhuac García, nadie espera que solucione nada; él ya ha dejado de ser relevante para Veracruz.