Lo único interesante de su relato tipo novela corta es enterarse de las macaneadas que le pegaban; por supuesto que debe ser mentira, pero sólo imaginarlo despierta nuestro indecente regocijo. Que a Duarte le dieran el trato que su amigo Bermúdez Zurita dio a tantos jóvenes en Veracruz, aunque sea ficción nos despierta el morbo.
Duarte relata a la manera de Paco Ignacio Taibo II, que se fraguó un complot para asesinarlo y que gracias a los mismos delincuentes que lo acompañaban en la prisión de Guatemala, el complot se desbarató. Y así los cuentos de Duarte, quien jura que sufrió más que El Chapo, y que por ello debe considerarse un mártir que se sacrificó por los veracruzanos y por su familia. Canonicemos a Duarte, santo patrono de los presidiarios.