El CCH plantel oriente de la UNAM, de un instituto educativo a un campo minado de inseguridad y violencia; sobre todo para las jóvenes estudiantes

El CCH plantel oriente de la UNAM, de un instituto educativo a un campo minado de inseguridad y violencia; sobre todo para las jóvenes estudiantes FOTO: WEB

Antaño el sistema educativo ostentaba su famosa estrategia de enseñanza titulada “La letra con sangre entra”. El cuerpo docente de aquella época, con el afán de transmitir sus conocimientos de forma eficiente, hacía uso de los métodos más extremos y poco ortodoxos para cumplir su cometido. Al día de hoy, tal leyenda se ha hecho presente de una forma muy torcida y sombría, con estudiantes que desaparecen para después ser halladas sin vida e incluso calcinadas, o el más reciente caso de una joven baleada dentro de un salón. Sin mencionar los abusos sexuales y asaltos, todo lo que involucra las instalaciones del plantel oriente de la UNAM, el CCH y las inmediaciones del mismo, ha tornado el uso de aquella frase célebre en un sentido oscuro, medieval y escabroso, como si de una novela de Stephen King se tratara.

A dos días del fallecimiento de la estudiante Aideé Mendoza Jerónimo el pasado 29 de abril, tras recibir un impacto de bala mientras se encontraba en un aula y que al parecer fue provocado por otra alumna del plantel, parte del estudiantado y algunos padres de familia han roto el silencio a través de diferentes medios, para denunciar las pobres medidas de seguridad y protestar contra la negligente actitud de directivos y autoridades. Sumado a esto, se ha hecho notorio el historial de problemáticas que oscurecen aún más este recinto del saber. Aideé Mendoza se sumó a la lista de un par de alumnas asesinadas, unas cuantas más desaparecidas, abusos sexuales en cierta zona del plantel y asaltos constantes fuera del mismo.

Cabe señalar la implementación de botones de pánico dentro de las instalaciones, mismos que hasta ahora siguen en fase de prueba y sin funcionamiento alguno. Esta lamentable serie de acontecimientos que se han suscitado en estas instalaciones educativas y que ha ido en aumento al pasar el tiempo, es sin duda un reflejo claro del detrimento constante de la seguridad que aqueja a la población mexicana. En cuestión de violencia, inseguridad, delincuencia, miedo e incompetencia de las autoridades ni una sola parte de nuestra nación se libra; pero que se dé dentro de las aulas, si que es preocupante.

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