Nada queda

Una imagen queda. La silueta representa la vida, variaciones en el inexplicable algoritmo de una existencia que se extingue.

Maquinaciones en torno al futuro hipotético, en un presente que duele.

Preguntas sin respuestas, melancolías que yacen deambulando en la atmósfera de lo incierto, de las interrogaciones a saber ¿qué es lo que sigue? ¿Hacia dónde nos dirigimos?

El aire huele a duelo. La tierra grita desesperada, espera con ansias nuevamente concebir que todos somos nada. Es hora de continuar, de resarcir errores, de comprender que algún día todos continuaremos un viaje sin retorno, sin embargo; abrigamos la esperanza de que si, si, algún día estaremos nuevamente todos juntos.

Se extraña, añoranzas que reviven aquellos momentos en que de una copa de vino se brindaba por la alegría, por el momento, situaciones únicas e irrepetibles que se fraguaron en los corazones de toda la familia.

La impresión es dura, triste, se experimenta el dolor, el que agobia y no da tregua a respirar. Ante un sollozo que cubre nuestros ojos y empaña a ver hacia arriba, hacia donde mora el padre y nos espera pacientemente.

Rostros afligidos en torno a una cruz claman al creador por el eterno descanso De “Chucho”

Hoy se comprueba una vez más que tan solo somos unas diminutas partículas ante un inmenso cosmos que nos engulle en sus grandes fauces.

Y como siempre me ha dicho mi madre;

¡Hijo, en vida hijo, en vida!