Un testamento absurdo

Testamento
Un testamento absurdo FOTO: JORGE FLORES
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Es mi deseo en pleno uso de mis facultades mentales, entendiendo que considero plenas mis facultades y que, éstas son lo mínimo requerido en este tipo de menesteres, establecer un listado de mis posesiones y de sus sucesores.

Como pertenencias más valiosas declaro cuatro que no puedo heredar y, que a pesar de su enorme valor nunca he intentado su conversión a un valor monetario, las mencionaré no en orden de importancia, lo que me sería imposible, sino en orden de aparición en mi vida: mi mamá, que me ha sido de gran utilidad porque a pesar de que muchos aseguran que no tengo, tengo y mucha, soy de las personas que felizmente pueden valer madre, ya que valer lo que vale mi madre es valer todo; mi esposa, que después de conocerme como me conoce, me sigue queriendo; y por último mis dos hijas, que son el mayor orgullo que me ha dado la vida, nunca pensé que podría ver por sus ojos, sufrir sus desventuras y alegrarme de sus éxitos, es increíble que a pesar de que no lo saben, yo vivo a través de ellas, mucho más de lo que vivo en mí.

Las siguientes posesiones son más convertibles a un valor monetario, se trata de un libro, un libro simple, sin más pretensiones que contar una historia increíble que por desgracia no se puede leer; es más lo que está escrito y las viñetas que contiene no tratan de la historia que les menciono, pero les puedo asegurar que éste cuenta una historia muy bella que me sucedió.

Otro objeto que quiero considerar heredable, es un reloj, que solo da la hora exacta dos veces al día y funciona cuando le da la gana, no importa si tiene cuerda o no; me recuerda que nunca seré dueño del tiempo, que es mentira que pasa inexorablemente, el tiempo se detiene y avanza cuando quiere, es nuestro en la medida que decidimos qué hacer con él.

Otras posesiones, que detallo y que no puedo sino agradecerles su terca insistencia en acompañarme, son: muchas y variadas plumas que no pintan; trenes de juguete que no tienen vías en las que rodar; cuadros de un gran artista, que no fue artista sino médico, el mejor médico que he conocido, siempre me pareció que no curó alguna enfermedad porque sus pacientes no estaban enfermos, que una vez que dejó de ser médico se dedicó a la medicina y empezó a curar enfermos, a quienes curaba sin medicamentos y que, en muchos casos, lo único que parecía hacer era escucharlos en su soledad; así que fue un artista que no era artista, fue un médico que curaba con escuchar la soledad de las personas.

De otros objetos he encontrado que su utilidad no es para la que originalmente estaban destinados, siempre en su necedad absurda encuentran otra manera de ser útiles; por ejemplo, tengo una hoja de papel con un dibujo, que me recuerda a mi sobrino; tengo pasaportes y visas de mis abuelos y de mi padre, que me han servido para tener claro que para ir al cielo no son necesarios; y también tengo una escalera grande y otra pequeña y es mentira que con éstas se llegue.

Tengo una cachucha de beisbol que es muy pequeña para que la pueda usar, pero que me recuerda a un péndulo que estaba hecho con una cuerda cebada, de la grasa de un ahorcado en un árbol de almendro, que servía para localizar los tesoros más increíbles que puedan existir y, que aseguro sí servía porque fue así que encontré que el papá de mi esposa, era un experto buscador de tesoros encubierto, que de día era un dentista que inventaba placas dentales, que con un proceso alquímico se hacían solas, bastaba con sentar al paciente en el sillón dental.

También tengo el recuerdo de la mamá de mi esposa, que nunca fue mi suegra porque esa palabra es muy fea y, ella era la persona más bella que he conocido en mi vida, solo espero que mi esposa se parezca cada día más a ella y pueda inculcar en mis hijas su dignidad y decencia.

Otro extraño objeto a enumerar, son unos zapatos de madera pintados de azul que eran de mi abuelo, es curioso que sean unos zapatotes con los que nunca perdía el suelo y no se enlodaba, aun en los peores lodazales, éstos me recuerdan que uno puede caminar por el peor de los fangos y no ensuciarse, si uno está calzado con educación e integridad.

Tengo juguetes viejos y rotos que jugué con mis hermanos, que ahora solo puedo jugar en los más hermosos recuerdos de mi infancia. No quiero dejar pasar de enlistar un cuchillo sin filo con empuñadura de pata de venado, éste ha sido el arma con la que en mi familia hemos defendido nuestro patrimonio, me recuerda que no siempre corriendo del peligro salva uno el pellejo, la muestra es que el venado con su velocidad no pudo huir del cazador.

También tengo una caja fuerte en la que guardo algunos de estos objetos y, una colección de monedas y billetes de variada procedencia, que, sin intención de ser irónico, no tienen valor alguno.

Sé que los amigos no se pueden inscribir en este inventario, pero tengo amigos que son mejores amigos míos que yo de ellos, que si fuera posible se los heredaría a mis hijas, con la condición que ellas sean mejores amigas, de lo que yo he sido. Aunque en honor a la verdad sí tengo un amigo que me heredó mi padre, él mismo me dijo que mi padre me había heredado un amigo y que ese amigo era él.

No quiero dejar de enlistar una serie de cartas de un abuelo a su nieto, en las que le recuerda que se cuide de los rateros, un gran consejo que nunca debe olvidarse, porque en la vida uno se enfrenta a rateros de todo tipo; también hay cartas de recomendación que nunca ayudaron a nadie porque la mejor recomendación es uno mismo.

He perdido algunos objetos, aunque estoy seguro que ellos me dejaron por otro propietario más cuidadoso, y en la infinita sabiduría de la vida, tan solo me están enseñando los recuerdos de éstos; insisto en su terca insistencia de ser inservibles en su propósito original, ahora me recuerdan momentos y personas en mi vida que de alguna manera misteriosa me están preparando a encontrar un camino con las vías del tren que perdí, llevando el tiempo con mi reloj, dirigiendo mis acciones con el péndulo, protegiéndome de los peligros con mi cuchillo y con mis zapatotes azules.

Puedo concluir como legítimo poseedor de éstos y demás objetos absurdos que este testamento, no puede testamentar nada, ya que estas posesiones en su afán necio de ser inservibles me han demostrado que no son poseídas y que tampoco uno puede permitir ser poseído por ellas.

De éstas y demás posesiones no me preocupa designar a nadie como heredero, estoy seguro que, así como estos absurdos objetos me escogieron a mí, en su momento buscarán a otro al que seguir con la misma terca insistencia con la que me siguieron.

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