Cuando la lucha se daba en las calles, cuando el Gobierno Federal sacó a los granaderos para aplacar las protestas magisteriales, los líderes sindicales, especialmente los del SNTE, vendían a los maestros, se presentaban como verdaderas meretrices profesionales, le ponían precio, un buen precio, a la traición magisterial. Después de la injusta detención de la maestra Elba Esther Gordillo, única opositora visible en ese momento contra la Reforma Educativa, el SNTE de Juan Díaz de la Torre y su encargado de finanzas, Alfonso Cepeda, actual dirigente interino del SNTE, se presentaban ante el Gobierno Federal como un indefenso cachorro sometido y deseoso de ser adoptado por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
El Comité Ejecutivo Nacional del SNTE ya había olvidado que el Gobierno Federal, el 20 de diciembre de 2012, con 351 votos a favor, 85 en contra y ocho abstenciones, aprobaría la mal llamada reforma educativa y que al otro día la maestra Gordillo, inmediatamente y sin temor alguno, arremetería contra «una reforma meramente administrativa» y plantearía: «Yo, Elba Esther, asumo la responsabilidad de decir que no, porque ése es mi papel».
Ese era el contraste, mientras los encargados de defender a los maestros se aflojaban los cinturones y se empinaban ante el Gobierno Federal, la maestra Elba Esther Gordillo los encaraba de frente. Esa es la sustancial diferencia entre un líder valiente y unos líderes de papel. Esa es la historia que miles de maestros recuerdan.
Comentarios