Édgar Landa Hernández / Edgar Allan Poe, notable escritor norteamericano, en uno de sus cuentos llamado “El caso del señor Valdemar” hace uso de su extraordinaria capacidad al narrar un suceso que mantiene al lector asombrado durante el desarrollo del mismo. En el da cuenta poco a poco de las circunstancias que cubren al señor Valdemar, a tal grado de hacerle una hipnosis para saber si realmente está vivo o muerto. Por causa de la tuberculosis.
Y me refiero a este caso ya que muchas veces nos sucede algo similar en nuestra vida, no sabemos si realmente vivimos o ya estamos muertos en vida.
Cuando nos empecinamos a buscar culpables de lo que nos sucede, de hablar de la gente a sus espaldas, de contribuir a hacer mal a la gente, de no encontrar cómo llenar ese vacío existencial que habita en nosotros mismos, y que a través de la mentira, de causar daños a terceros con nuestra actitud a la que independientemente de la situación económica sea benévola, proseguimos envidiando lo que el vecino tiene, ¡es estar muerto en vida!, porque hemos dejado atrás la clarividencia de tomar la vida de una forma que reditúe maneras para conseguir la felicidad anhelada.
Una persona que únicamente husmea como perro de cacería, y que busca y trata a como dé lugar de sembrar su malignidad ante los demás es un ser que hace tiempo dejó de vivir. ¡Olvidó vivir su propia vida!
Una persona muerta en vida es aquella que se nutre del sufrimiento de los demás, únicamente ve en sus logros algo primordial, se ha olvidado el verdadero significado que es ¡Amar la vida! Se ha olvidado que a este mundo venimos a servir, porque si no vivimos para servir, no serviremos para los demás. ¡Nadie da lo que no tiene!
Aún estamos a tiempo de reconocer que continuamos vivos.
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