La hechura de la película es impecable, estamos hablando de Alfonso Cuarón, ganador del Oscar a mejor director. Pero Cuarón quiso hacer un relato tan íntimo que sólo un espectador competente, como él, podía entender los guiños que propone en el relato. La música es buena, las canciones de los setentas, Juan Gabriel, Leo Dan y hasta Yvonne Elliman con “I don’t know how to love him”, el tema de Jesucristo Superstar nos ubican en el contexto de un México de los años 70’s que crea añoranzas en aquellos que alcanzaron un poco de esa época.
Las actuaciones son variables, Yalitza Aparicio y Marina de Tavira bien; Verónica García en el papel de la abuela mal; ella no es actriz, se nota. Los niños en un relato dan un vuelco a la trama, como dijera Henry James. Pero sólo hasta el final destacan; de hecho, el acto heroico es tardío. Y al final nos quedamos esperando a una Yalitza anciana, con el paso de los años, lo que hubiera dado más fuerza a la anécdota, pero Cuarón al final le apostó al vacío. Otro acierto de la película es que la colonia Roma como personaje sí aparece.