Vale señalar que en su momento se decía que el plan maquiavélico de Herrera Beltrán era imponer, después del sexenio de Javier Duarte, a su hijo en la gubernatura del estado. Pero el retoño era bastante imberbe, y cuando le preguntaban sobre las críticas a su padre, Javier Herrera decía que sólo le tenían envidia a su padre. En Veracruz no pudo ser diputado Herrera Borunda, mucho menos por el PRI, de modo que su padre le tuvo que comprar una diputación en el Partido Verde, acercándolo con Manuel Velasco que, ya lo sabe usted, operó a favor de López Obrador en la campaña.
Sobre el voto de confianza al nuevo gobernador, Herrera Borunda comenta que su padre piensa que «si le va bien a un gobernador, le va bien a todo Veracruz, si las acciones que emprenda son por el bien de Veracruz pues que le vaya bien». Algo que por cierto bien pudo decirlo el hijo y no el padre, a quien ya no lo veremos placearse por los parques del estado; igual porque ya no puede ni con su alma, o porque cuando la gente lo reconoce le grita su suerte.